/ sábado 17 de febrero de 2018

Manias

En la tercera década del siglo XVII aparecieron, por primera vez, las maniáticas compraventas de acciones, bonos y obligaciones seguidas de las ineludibles caídas de las cotizaciones que originaban los terrores por la anticipación de las devastadoras faltas de liquidez que comenzaron a aparecer en los albores de la economía del libre mercado. Entre 1633 y 1637 la Locura de los Tulipanes se apoderó de los holandeses. Luego llegó la burbuja provocada por la Compañía del Mar del Sur, fundada en 1711 por el Conde Harley de Oxford. Su propósito era recuperar con sus ganancias el dinero de los contribuyentes que su partido en el poder había dilapidado.

En 1720 otra ola especulativa se apoderó de Francia e Inglaterra. Jhon Law, tahúr escocés, muy conocedor de los mecanismos del crédito y la circulación de papel moneda obtuvo permiso para fundar la compañía de Indias y al mismo tiempo fue nombrado inspector de Hacienda en Francia. Law organizó un banco privado cuyos billetes podían ser recibidos para pagar impuestos. Pronto adquirieron igual valor que los respaldados con el oro y la plata de la Hacienda francesa. Mientras el valor de los metales fluctuaba, el de su papel moneda permanecía estable. El regente del reino ordenó que ese papel moneda sustituyera el dinero metálico sin que tuviera el mimo respaldo en las cajas fuertes bancarias. Y comenzó la etapa convulsa de la especulación a través de los bancos. Vino la etapa violenta y aparecieron la depresión y la recesión, productos de la avaricia financiera y corrupción gubernamental. En los primeros veinte años del siglo XIX surgieron las crisis por la escasez de alimentos de bienes de consumo duradero y el crecimiento de las fórmulas de la especulación. Luego al principio del siglo XIX y durante las primeras tres décadas del siglo XX los pánicos financieros provocados por la especulación desataron crisis que no solo alterarían el mercado de valores sino también el comercio y la producción de bienes de consumo y bienes de capital.

El antecedente de la crisis que hoy vive el mundo se inició en marzo 1907, penúltimo año del gobierno de Teodoro Roosevelt. El pánico de ese año fue la quiebra de los bancos de fideicomiso, inventados por Jhon D. Rockefeller.

El establecimiento de controles a la especulación será difícil.

Un banquero mexicano de abolengo decía con tristeza que, “el nombre del juego hoy es el dinero, el dinero y más dinero”.

El primer Roosevelt es una figura contradictoria. Se le recuerda como el presidente americano que blandió el gran garrote “para asegurar la sumisión delos presidentes de las repúblicas bananeras”. Su dicho, “háblales suave y despacito, pero muéstrales el garrote que tienes en la mano derecha”, se refería a la manera en que él tuvo que hablarles a los conglomerados industriales y comerciales: Los Trust Banks.

Roosevelt quería proteger al capitalismo de los capitalistas a quienes les repugnaba la libre empresa. Prueba de ello son el establecimiento de la Comisión Interestatal de Comercio y las Leyes Glass Steagall Act y el establecimiento de la Reserva Federal. La única mano que puede contribuir a paliar los abusos especulativos es la mano del Gobierno Federal equilibrador en esta nueva etapa de la historia de la Aldea Global.


En la tercera década del siglo XVII aparecieron, por primera vez, las maniáticas compraventas de acciones, bonos y obligaciones seguidas de las ineludibles caídas de las cotizaciones que originaban los terrores por la anticipación de las devastadoras faltas de liquidez que comenzaron a aparecer en los albores de la economía del libre mercado. Entre 1633 y 1637 la Locura de los Tulipanes se apoderó de los holandeses. Luego llegó la burbuja provocada por la Compañía del Mar del Sur, fundada en 1711 por el Conde Harley de Oxford. Su propósito era recuperar con sus ganancias el dinero de los contribuyentes que su partido en el poder había dilapidado.

En 1720 otra ola especulativa se apoderó de Francia e Inglaterra. Jhon Law, tahúr escocés, muy conocedor de los mecanismos del crédito y la circulación de papel moneda obtuvo permiso para fundar la compañía de Indias y al mismo tiempo fue nombrado inspector de Hacienda en Francia. Law organizó un banco privado cuyos billetes podían ser recibidos para pagar impuestos. Pronto adquirieron igual valor que los respaldados con el oro y la plata de la Hacienda francesa. Mientras el valor de los metales fluctuaba, el de su papel moneda permanecía estable. El regente del reino ordenó que ese papel moneda sustituyera el dinero metálico sin que tuviera el mimo respaldo en las cajas fuertes bancarias. Y comenzó la etapa convulsa de la especulación a través de los bancos. Vino la etapa violenta y aparecieron la depresión y la recesión, productos de la avaricia financiera y corrupción gubernamental. En los primeros veinte años del siglo XIX surgieron las crisis por la escasez de alimentos de bienes de consumo duradero y el crecimiento de las fórmulas de la especulación. Luego al principio del siglo XIX y durante las primeras tres décadas del siglo XX los pánicos financieros provocados por la especulación desataron crisis que no solo alterarían el mercado de valores sino también el comercio y la producción de bienes de consumo y bienes de capital.

El antecedente de la crisis que hoy vive el mundo se inició en marzo 1907, penúltimo año del gobierno de Teodoro Roosevelt. El pánico de ese año fue la quiebra de los bancos de fideicomiso, inventados por Jhon D. Rockefeller.

El establecimiento de controles a la especulación será difícil.

Un banquero mexicano de abolengo decía con tristeza que, “el nombre del juego hoy es el dinero, el dinero y más dinero”.

El primer Roosevelt es una figura contradictoria. Se le recuerda como el presidente americano que blandió el gran garrote “para asegurar la sumisión delos presidentes de las repúblicas bananeras”. Su dicho, “háblales suave y despacito, pero muéstrales el garrote que tienes en la mano derecha”, se refería a la manera en que él tuvo que hablarles a los conglomerados industriales y comerciales: Los Trust Banks.

Roosevelt quería proteger al capitalismo de los capitalistas a quienes les repugnaba la libre empresa. Prueba de ello son el establecimiento de la Comisión Interestatal de Comercio y las Leyes Glass Steagall Act y el establecimiento de la Reserva Federal. La única mano que puede contribuir a paliar los abusos especulativos es la mano del Gobierno Federal equilibrador en esta nueva etapa de la historia de la Aldea Global.


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