/ jueves 11 de octubre de 2018

Política republicana paranoica

Política republicana paranoica Muchas personas están preocupadas, con justa razón, sobre lo que significa para Estados Unidos a largo plazo el nombramiento de Brett Kavanaugh.

Es un partidista manifiesto que evidentemente mintió bajo juramento sobre varios aspectos de su historia personal. No obstante, estas preocupaciones a largo plazo deberían ser secundarias en este momento. La amenaza más inmediata proviene de lo que vimos del lado republicano durante y después de la audiencia: no sólo desprecio por la verdad, sino también prisa por satanizar todo tipo de críticas. En específico, la prontitud con la que los republicanos de mayor rango aceptaron las insensatas teorías conspirativas sobre la oposición a Kavanaugh es una advertencia profundamente alarmante sobre lo que podría ocurrirle a Estados Unidos, no en el largo plazo, sino en unas cuantas semanas a partir de ahora.

En relación con esas teorías conspirativas: comenzaron en los primeros momentos del testimonio de Kavanaugh, cuando este atribuyó sus problemas a “un golpe político calculado y orquestado” motivado por gente que buscaba “venganza a nombre de los Clinton”.

Esta fue una acusación totalmente falsa e histérica y el sólo hecho de hacerla debió haber descalificado a Kavanaugh para la Corte.

No obstante, Donald Trump lo empeoró de inmediato todavía más, puesto que atribuyó las protestas contra Kavanaugh a George Soros y declaró, falsamente (y sin pruebas), que se les estaba pagando a los manifestantes.

Ahora, las figuras más importantes del Partido Republicano, que controla las tres ramas del gobierno federal —si tenían alguna duda sobre si la Corte Suprema era una institución partidista, ya deberían haberla despejado— suenan tal como los nacionalistas blancos en Hungría y Polonia. ¿Qué significa esto?

La respuesta, que suscribo, es que el Partido Republicano es un régimen autoritario a la espera.

Trump claramente tiene los mismos instintos que los dictadores extranjeros a los que tan abiertamente admira. Exige que los funcionarios públicos sean leales a su persona, no al pueblo estadounidense.

A eso hay que añadir que las investigaciones sobre los diversos escándalos de Trump se ciernen sobre él con mayor fuerza, desde la defraudación fiscal hasta aprovechar el cargo para hacer negocios, así como la probable colusión con Rusia, que en conjunto le dan todos los incentivos para acabar con la libertad de prensa y la independencia de la procuración de justicia.

¿Alguien duda que a Donald Trump le gustaría ser plenamente autoritario si pudiera?

¿Quién lo va a detener? ¿Los senadores que repiten como pericos las teorías conspirativas sobre los manifestantes pagados por Soros? ¿La recién manipulada Corte Suprema?

Si algo hemos aprendido es que no hay ninguna brecha entre Donald Trump y su partido, nadie pedirá que se detengan en nombre de los valores estadounidenses.

No obstante, como dije, el Partido Republicano es un régimen autoritario en espera, pero no en práctica (todavía). ¿Qué es lo que espera?

Bueno, piensen en lo que Trump y su partido podrían hacer si conservan ambas cámaras en el Congreso en las próximas elecciones. Si no les aterra dónde podríamos estar en el futuro próximo, no están poniendo atención

Política republicana paranoica Muchas personas están preocupadas, con justa razón, sobre lo que significa para Estados Unidos a largo plazo el nombramiento de Brett Kavanaugh.

Es un partidista manifiesto que evidentemente mintió bajo juramento sobre varios aspectos de su historia personal. No obstante, estas preocupaciones a largo plazo deberían ser secundarias en este momento. La amenaza más inmediata proviene de lo que vimos del lado republicano durante y después de la audiencia: no sólo desprecio por la verdad, sino también prisa por satanizar todo tipo de críticas. En específico, la prontitud con la que los republicanos de mayor rango aceptaron las insensatas teorías conspirativas sobre la oposición a Kavanaugh es una advertencia profundamente alarmante sobre lo que podría ocurrirle a Estados Unidos, no en el largo plazo, sino en unas cuantas semanas a partir de ahora.

En relación con esas teorías conspirativas: comenzaron en los primeros momentos del testimonio de Kavanaugh, cuando este atribuyó sus problemas a “un golpe político calculado y orquestado” motivado por gente que buscaba “venganza a nombre de los Clinton”.

Esta fue una acusación totalmente falsa e histérica y el sólo hecho de hacerla debió haber descalificado a Kavanaugh para la Corte.

No obstante, Donald Trump lo empeoró de inmediato todavía más, puesto que atribuyó las protestas contra Kavanaugh a George Soros y declaró, falsamente (y sin pruebas), que se les estaba pagando a los manifestantes.

Ahora, las figuras más importantes del Partido Republicano, que controla las tres ramas del gobierno federal —si tenían alguna duda sobre si la Corte Suprema era una institución partidista, ya deberían haberla despejado— suenan tal como los nacionalistas blancos en Hungría y Polonia. ¿Qué significa esto?

La respuesta, que suscribo, es que el Partido Republicano es un régimen autoritario a la espera.

Trump claramente tiene los mismos instintos que los dictadores extranjeros a los que tan abiertamente admira. Exige que los funcionarios públicos sean leales a su persona, no al pueblo estadounidense.

A eso hay que añadir que las investigaciones sobre los diversos escándalos de Trump se ciernen sobre él con mayor fuerza, desde la defraudación fiscal hasta aprovechar el cargo para hacer negocios, así como la probable colusión con Rusia, que en conjunto le dan todos los incentivos para acabar con la libertad de prensa y la independencia de la procuración de justicia.

¿Alguien duda que a Donald Trump le gustaría ser plenamente autoritario si pudiera?

¿Quién lo va a detener? ¿Los senadores que repiten como pericos las teorías conspirativas sobre los manifestantes pagados por Soros? ¿La recién manipulada Corte Suprema?

Si algo hemos aprendido es que no hay ninguna brecha entre Donald Trump y su partido, nadie pedirá que se detengan en nombre de los valores estadounidenses.

No obstante, como dije, el Partido Republicano es un régimen autoritario en espera, pero no en práctica (todavía). ¿Qué es lo que espera?

Bueno, piensen en lo que Trump y su partido podrían hacer si conservan ambas cámaras en el Congreso en las próximas elecciones. Si no les aterra dónde podríamos estar en el futuro próximo, no están poniendo atención