/ viernes 12 de marzo de 2021

Política y mujeres

El pasado lunes el centro de la Ciudad de México, las principales plazas públicas del país y las redes sociales se tornaron color morado para simbolizar la lucha que miles de mujeres han emprendido en la defensa de sus derechos.

Las vimos por las calles, abrazadas cantando y gritando, portando pancartas expresando su desesperanza, dolor, frustración, pero sobre todo indignación por la falta de respeto a sus derechos y la impunidad a los feminicidios. En el Zócalo de la Capital, se levantó una valla que pasará a la historia de los movimientos feministas del mundo, porque se convirtió en un Memorial a las víctimas del feminicidio en México.

Abordar el tema sobre la participación política de las mujeres, ha sido una discusión absurda pero permanente sobre su capacidad en este ejercicio. Este debate se origina en los “usos del poder”, los cuales son efecto de conductas de dominio, aprendidas desde la infancia por hombres y mujeres en función de su masculinidad y feminidad. Es así como se forma a los varones para ser predominantes, controladores, actuar de forma independiente, determinante y no expresar sus sentimientos.

En este contexto, la socialización de género hace que los hombres aprendan sobre el poder y lo ejerzan como un derecho inherente a su masculinidad, asignándoles mayormente a hombres tareas de autoridad y control dentro de lo público y privado a diferencia de las mujeres. Hoy en día vemos como a nivel mundial solo 20 países son gobernados por mujeres, en los que, paradójicamente a la cultura dominante, han tenido una excelente gestión ante la crisis sanitaria por COVID19, tal es el caso en Nueva Zelanda, Alemania, Finlandia, Dinamarca y Taiwán.

En México, hemos avanzado lentamente en la asignatura de mujeres empoderadas, aun cuando el derecho de las mujeres a votar y ser votadas en cargos de elección popular fue garantizado desde el 17 de octubre de 1953. Con posteriores reformas constitucionales sobre paridad de género, en los artículos, 4, 25 y 41, se buscan establecer las reglas para garantizar la paridad entre los géneros en los terrenos privado y público electoral.

En la actual legislatura del Congreso Federal, las mujeres cuentan con una representación equivalente al 48.20 por ciento respecto a la totalidad de los diputados y en el Senado de la República, este porcentaje es del 50.8 por ciento, sin embargo, a nivel estatal y municipal no se logra esta igualdad. Basta saber que solo un 22 por ciento de los municipios son gobernados por mujeres y, que, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación solo el 18.18 por ciento son mujeres

Es claro que hoy tenemos deudas vigentes en la construcción de ciudadanía, necesarias de abordar frente a los comicios de este 2021, siendo esta elección la más grande de la historia de nuestro país en la que se elegirán 21 mil cargos, de los cuales esperaríamos más de 10 mil candidatas. No solo este tema debe ser colocado como prioridad, sino también, poner en primera línea la participación femenina en toda la agenda política y social, lo que implica grandes desafíos para alcanzar el trinomio de votar, ser electas y poder ejercer plena y libremente la gobernabilidad, a fin de contribuir a una mayor equidad, condiciones democráticas y de justicia para las mujeres.

Se necesitan políticas públicas tendentes a fomentar y transformar las relaciones de género desde la familia, la escuela y el ámbito laboral, dando posibilidad a la equidad y al desempeño de mujeres que cuentan con capacidades para ejercer ciudadanía en el espacio social y que están decidas a ejercerla en el ámbito político.

Para alcanzar una verdadera vida democrática en nuestro país, es necesario no percibir a las mujeres como un requisito partidista para cumplir la norma electoral, es imprescindible garantizar su efectiva participación política, sin discriminación alguna y en el cumplimiento pleno de sus derechos políticos, así como impulsar la igualdad sustantiva, involucrando a la ciudadanía en estas prácticas de igualdad.

Estoy convencido de que la participación de las mujeres puede impulsar un equilibrio en el desarrollo de las políticas sociales como resultado de su capacidad natural y sensibilidad en la resolución de conflictos, por ser, naturalmente, amantes de la paz para los suyos y de la estabilidad que beneficia la vida económica, política y social.

Muchas olas de feminismo han sucedido a la actual, desde mediados del siglo XVIII en torno a la Naturaleza de la mujer y jerarquía de sexos, pasando por el derecho al voto, el uso de los anticonceptivos, el acceso de candidatas en la política y ahora el repudio por feminicidios y derechos pisoteados.

El Estado debe tener una agenda de género y de igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. Esta debe ser tarea fundamental de los partidos políticos también. Es más, afirmo con contundencia, que el futuro político será dirigido por mujeres, los partidos que lo entiendan tendrán ventaja sobre sus adversarios, no puede ser de otra manera ante los legítimos reclamos de las mujeres, el desperdicio de sus capacidades naturales y el apoyo social que día a día ganan sus demandas.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación.

El pasado lunes el centro de la Ciudad de México, las principales plazas públicas del país y las redes sociales se tornaron color morado para simbolizar la lucha que miles de mujeres han emprendido en la defensa de sus derechos.

Las vimos por las calles, abrazadas cantando y gritando, portando pancartas expresando su desesperanza, dolor, frustración, pero sobre todo indignación por la falta de respeto a sus derechos y la impunidad a los feminicidios. En el Zócalo de la Capital, se levantó una valla que pasará a la historia de los movimientos feministas del mundo, porque se convirtió en un Memorial a las víctimas del feminicidio en México.

Abordar el tema sobre la participación política de las mujeres, ha sido una discusión absurda pero permanente sobre su capacidad en este ejercicio. Este debate se origina en los “usos del poder”, los cuales son efecto de conductas de dominio, aprendidas desde la infancia por hombres y mujeres en función de su masculinidad y feminidad. Es así como se forma a los varones para ser predominantes, controladores, actuar de forma independiente, determinante y no expresar sus sentimientos.

En este contexto, la socialización de género hace que los hombres aprendan sobre el poder y lo ejerzan como un derecho inherente a su masculinidad, asignándoles mayormente a hombres tareas de autoridad y control dentro de lo público y privado a diferencia de las mujeres. Hoy en día vemos como a nivel mundial solo 20 países son gobernados por mujeres, en los que, paradójicamente a la cultura dominante, han tenido una excelente gestión ante la crisis sanitaria por COVID19, tal es el caso en Nueva Zelanda, Alemania, Finlandia, Dinamarca y Taiwán.

En México, hemos avanzado lentamente en la asignatura de mujeres empoderadas, aun cuando el derecho de las mujeres a votar y ser votadas en cargos de elección popular fue garantizado desde el 17 de octubre de 1953. Con posteriores reformas constitucionales sobre paridad de género, en los artículos, 4, 25 y 41, se buscan establecer las reglas para garantizar la paridad entre los géneros en los terrenos privado y público electoral.

En la actual legislatura del Congreso Federal, las mujeres cuentan con una representación equivalente al 48.20 por ciento respecto a la totalidad de los diputados y en el Senado de la República, este porcentaje es del 50.8 por ciento, sin embargo, a nivel estatal y municipal no se logra esta igualdad. Basta saber que solo un 22 por ciento de los municipios son gobernados por mujeres y, que, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación solo el 18.18 por ciento son mujeres

Es claro que hoy tenemos deudas vigentes en la construcción de ciudadanía, necesarias de abordar frente a los comicios de este 2021, siendo esta elección la más grande de la historia de nuestro país en la que se elegirán 21 mil cargos, de los cuales esperaríamos más de 10 mil candidatas. No solo este tema debe ser colocado como prioridad, sino también, poner en primera línea la participación femenina en toda la agenda política y social, lo que implica grandes desafíos para alcanzar el trinomio de votar, ser electas y poder ejercer plena y libremente la gobernabilidad, a fin de contribuir a una mayor equidad, condiciones democráticas y de justicia para las mujeres.

Se necesitan políticas públicas tendentes a fomentar y transformar las relaciones de género desde la familia, la escuela y el ámbito laboral, dando posibilidad a la equidad y al desempeño de mujeres que cuentan con capacidades para ejercer ciudadanía en el espacio social y que están decidas a ejercerla en el ámbito político.

Para alcanzar una verdadera vida democrática en nuestro país, es necesario no percibir a las mujeres como un requisito partidista para cumplir la norma electoral, es imprescindible garantizar su efectiva participación política, sin discriminación alguna y en el cumplimiento pleno de sus derechos políticos, así como impulsar la igualdad sustantiva, involucrando a la ciudadanía en estas prácticas de igualdad.

Estoy convencido de que la participación de las mujeres puede impulsar un equilibrio en el desarrollo de las políticas sociales como resultado de su capacidad natural y sensibilidad en la resolución de conflictos, por ser, naturalmente, amantes de la paz para los suyos y de la estabilidad que beneficia la vida económica, política y social.

Muchas olas de feminismo han sucedido a la actual, desde mediados del siglo XVIII en torno a la Naturaleza de la mujer y jerarquía de sexos, pasando por el derecho al voto, el uso de los anticonceptivos, el acceso de candidatas en la política y ahora el repudio por feminicidios y derechos pisoteados.

El Estado debe tener una agenda de género y de igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. Esta debe ser tarea fundamental de los partidos políticos también. Es más, afirmo con contundencia, que el futuro político será dirigido por mujeres, los partidos que lo entiendan tendrán ventaja sobre sus adversarios, no puede ser de otra manera ante los legítimos reclamos de las mujeres, el desperdicio de sus capacidades naturales y el apoyo social que día a día ganan sus demandas.

Presidente de la Academia Mexicana de Educación.