/ viernes 25 de mayo de 2018

Pueblo bueno, políticos malos

Este viejo maniqueísmo, no ha dejado de acompañarnos en este siglo XXI. Desde los pasados comicios presidenciales en Estados Unidos, Venezuela y por supuesto, ahora en México. Es fácil demostrar la imposibilidad de dicha afirmación. Por un lado ni todo el pueblo es bueno ni todos los políticos son malos. También unos integran, proceden e influyen en los otros, pues forman parte de un todo que es el sistema social. En sentido estricto y así es, cualquier ciudadano puede aspirar, si cumple con los requisitos necesarios, a ocupar un cargo de elección popular. No así en la burocracia, pues la tendencia es a contar con un perfil adecuado al cargo que se va a desempeñar.

Por ejemplo. Cualquier integrante de una comunidad, puede aspirar a ser Presidente Municipal, pero no cualquiera –así debiera ser, puede ser designado jefe de la policía. En lo que se refiere a los cargos de elección popular, en muchos casos, estos se pretenden para que el aspirante logre evadir la ley por alguna irregularidad o delito. Por ejemplo, recordemos a Julio César Godoy, diputado federal, para no ser consignado por la Procuraduría General de la República por su complicidad demostrada con un grupo criminal de Michoacán.

A partir de los señalamientos del candidato de la alianza PRI-Panal-PVEM, en el segundo debate, respecto de la responsabilidad en la comisión de secuestros por parte de la candidata Nestora Salgado, del partido Morena al Senado de la República, de nueva cuenta el maniqueísmo pueblo bueno, políticos malos resurge. Los testimonios de víctimas, investigaciones en curso, los señalamientos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, los videos y fotografías, no dejan lugar a dudas sobre la discutible actuación de la policía comunitaria encabezada por la hoy aspirante a la Cámara Alta por el principio de lista nacional (en un lugar, que le asegura el escaño) pero sobre todo, de su involucramiento en ese y otros delitos.

Aunque desde hace tiempo, varios analistas y observadores del proceso electoral, ya habíamos señalado la muy discutible candidatura de Salgado, esta volvió a volvió a retomar visibilidad ante lo ya señalado del segundo debate. Pero también, porque han surgido las voces que no dejan lugar ni a la duda ni la discusión, pues parten de peligroso supuesto de que quien opine en contra o cuestione la probidad de los representantes del pueblo, le convierte en parte y comparsa de los políticos malos ¿A qué viene la negativa de reconocer que hubo sustancia de delito que perseguir, en materia de secuestro? ¿a caso no sería mejor expresar que hay la necesidad de que las investigaciones agoten los recursos encontrados en el proceso?

Esta inercia nos puede conducir a otro no menos peligroso maniqueísmo y que es: el pueblo nunca se equivoca. Y sí, como conglomerado de seres humanos, claro que se puede equivocar. Ha pasado en varias ocasiones a lo largo de la historia de la democracia.

javierolivaposada@gmail.com

Este viejo maniqueísmo, no ha dejado de acompañarnos en este siglo XXI. Desde los pasados comicios presidenciales en Estados Unidos, Venezuela y por supuesto, ahora en México. Es fácil demostrar la imposibilidad de dicha afirmación. Por un lado ni todo el pueblo es bueno ni todos los políticos son malos. También unos integran, proceden e influyen en los otros, pues forman parte de un todo que es el sistema social. En sentido estricto y así es, cualquier ciudadano puede aspirar, si cumple con los requisitos necesarios, a ocupar un cargo de elección popular. No así en la burocracia, pues la tendencia es a contar con un perfil adecuado al cargo que se va a desempeñar.

Por ejemplo. Cualquier integrante de una comunidad, puede aspirar a ser Presidente Municipal, pero no cualquiera –así debiera ser, puede ser designado jefe de la policía. En lo que se refiere a los cargos de elección popular, en muchos casos, estos se pretenden para que el aspirante logre evadir la ley por alguna irregularidad o delito. Por ejemplo, recordemos a Julio César Godoy, diputado federal, para no ser consignado por la Procuraduría General de la República por su complicidad demostrada con un grupo criminal de Michoacán.

A partir de los señalamientos del candidato de la alianza PRI-Panal-PVEM, en el segundo debate, respecto de la responsabilidad en la comisión de secuestros por parte de la candidata Nestora Salgado, del partido Morena al Senado de la República, de nueva cuenta el maniqueísmo pueblo bueno, políticos malos resurge. Los testimonios de víctimas, investigaciones en curso, los señalamientos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, los videos y fotografías, no dejan lugar a dudas sobre la discutible actuación de la policía comunitaria encabezada por la hoy aspirante a la Cámara Alta por el principio de lista nacional (en un lugar, que le asegura el escaño) pero sobre todo, de su involucramiento en ese y otros delitos.

Aunque desde hace tiempo, varios analistas y observadores del proceso electoral, ya habíamos señalado la muy discutible candidatura de Salgado, esta volvió a volvió a retomar visibilidad ante lo ya señalado del segundo debate. Pero también, porque han surgido las voces que no dejan lugar ni a la duda ni la discusión, pues parten de peligroso supuesto de que quien opine en contra o cuestione la probidad de los representantes del pueblo, le convierte en parte y comparsa de los políticos malos ¿A qué viene la negativa de reconocer que hubo sustancia de delito que perseguir, en materia de secuestro? ¿a caso no sería mejor expresar que hay la necesidad de que las investigaciones agoten los recursos encontrados en el proceso?

Esta inercia nos puede conducir a otro no menos peligroso maniqueísmo y que es: el pueblo nunca se equivoca. Y sí, como conglomerado de seres humanos, claro que se puede equivocar. Ha pasado en varias ocasiones a lo largo de la historia de la democracia.

javierolivaposada@gmail.com