/ jueves 13 de enero de 2022

Urge tomar en serio la economía y el futuro de la nación

Hay una gran diferencia en cuanto a cómo pinta el año para la economía global frente a cómo se ven las cosas para México. En ambos casos, la incertidumbre es nota dominante, pero en nuestro caso inclinada al pesimismo, mientras en el escenario para el mundo, si bien hay nubarrones y dudas, la tendencia general es de continuidad en la recuperación.

De acuerdo con el último informe de perspectiva económica de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), publicado en diciembre, la economía mundial sigue recuperándose, junto con el comercio, el empleo y los ingresos, pero la reactivación es desequilibrada, con países, empresas y personas enfrentando realidades económicas muy diferentes. Desafortunadamente, México no está en el lado favorable u optimista de la balanza.

El escenario central de la OCDE es que la recuperación económica mundial prosiga en 2022, con el mundo lidiando mejor con la pandemia y que las políticas monetarias y fiscales prosigan en una línea pro crecimiento. Después de una expansión de 5.6% en 2021, la economía global avanzaría a un ritmo de 4.5% este año, para desacelerar a 3.2% en 2023. Para México, proyecta un 3.3% este año y 2.5% en 2023, tras crecer 5.9% en 2021.

En este punto hay que hacer una acotación fundamental: mientras que en 2020 la economía mundial cayó 3.1%, la mexicana se contrajo 8.3%, con datos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Como agravante, fuimos uno de los pocos países a los que el Covid-19 sorprendió con tendencias recesivas previas: el PIB mundial avanzó 2.8% en 2019; el nuestro, en cambio, retrocedió 0.3 por ciento.

Además, esas estimaciones para México parecen demasiado optimistas a la luz de las últimas encuestas de analistas en nuestro país. En la de Banco de México, publicada el 17 de diciembre, los pronósticos de crecimiento para 2022 promediaron 2.79 por ciento. En la de Citibanamex (21 de diciembre), 2.8 por ciento. Más preocupante, el estimado aprobado para el presupuesto federal fue 4.1 por ciento. La diferencia implicaría, mínimo, más de 13 mil millones de dólares.

En esta panorámica, llama la atención la velocidad con que nuestra economía tiende a la divergencia de la estadounidense, cuando por años fue convergente. Si ellos crecían, nosotros igual, y como sería de esperar, podríamos hacerlo más, al haber más cancha para la expansión para un país como el nuestro que en una economía tan desarrollada como la de los vecinos. Ya no es el caso.

La OCDE prevé que el PIB de Estados Unidos habrá crecido 5.6% en 2021, para avanzar 3.7% en 2022 y 2.4% en 2023. La cuestión es que viene de 2.2 y -3.4 por ciento en 2019 y 2020, respectivamente, contra nuestro 0 y -8 por ciento. Con esas disparidades en el desempeño económico, no debe sorprender que en la declaración 2021 del FMI para México se subraye la acentuación de la divergencia en el ingreso real per cápita respecto al estadounidense, con proyecciones de que se ampliará aún más a futuro.

Por lo pronto, conforme a los estimados, hacia el 2023, el PIB per Cápita de México podría registrar una caída cercana al 3.5% respecto a los niveles de 2018. No hay otra forma más directa de decirlo: una economía más pequeña y empobrecimiento de la población.

Eso es consistente con la creciente migración de mexicanos a Estados Unidos, luego de que se había llegado a una tasa neutra en la década pasada. Asimismo, explica en buena medida los diferenciales en el crecimiento de nuestros estados. Por un lado, aquellos cuyas economías están más integradas a la estadounidense y al TMEC, con plataformas exportadoras importantes. Por otro, los que dependen del mercado interno y más aún los de dependencia local, en particular en el sur-sureste. Desde luego, lo mismo aplica en las diferencias por sectores.

Así, todo indica que México ya no tiende a la convergencia económica hacia el norte, sino al sur: el problema es que América Latina es una de las regiones con menor dinamismo del mundo.

La economía de la región cayó 7% en 2020 y se estima que creció 6.3% en 2021, de acuerdo con la última prospectiva del FMI, que prevé un avance 3% en 2022. Sería el peor resultado de todas las regiones. Debajo de las economías avanzadas, para las que proyecta un 4.5% en 2022; más aún de las emergentes y en desarrollo, con pronóstico de 5.1%; y lejísimos de los países de Asia, para los que espera una expansión de 6.3 por ciento.

Hacia delante, las cosas pintan peor para México: crecimiento promedio anual a la mitad del observado en las últimas décadas. The Conference Board proyecta tendencias de 1.4% anual hasta 2031, mientras para Estados Unidos las ubica en 2.1 al 2026 y 1.8 al 2031; y para el mundo, en 2.5 por ciento.

Nuestra economía ya fue desplazada del grupo de las 15 más grandes por Indonesia. ¿Cuántos peldaños más bajaremos de no ponernos las pilas?

El panorama de estancamiento se complica con la vuelta de la inflación global, que en México es la más alta en dos décadas. Es la sombra de la estanflación, porque del lado del crecimiento, difícilmente habrá más si no se recupera la inversión, cuyo nivel está alrededor de 13% por debajo del de 2018.

Todo esto significa mayor divergencia con Estados Unidos y retraso respecto a las economías emergentes que sí están creciendo, mientras aquí lo que vemos aumentar es la polarización de carácter político, sin abordar problemas fundamentales como el del declive económico. Urge tomar en serio la economía y el futuro de la nación.


Hay una gran diferencia en cuanto a cómo pinta el año para la economía global frente a cómo se ven las cosas para México. En ambos casos, la incertidumbre es nota dominante, pero en nuestro caso inclinada al pesimismo, mientras en el escenario para el mundo, si bien hay nubarrones y dudas, la tendencia general es de continuidad en la recuperación.

De acuerdo con el último informe de perspectiva económica de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), publicado en diciembre, la economía mundial sigue recuperándose, junto con el comercio, el empleo y los ingresos, pero la reactivación es desequilibrada, con países, empresas y personas enfrentando realidades económicas muy diferentes. Desafortunadamente, México no está en el lado favorable u optimista de la balanza.

El escenario central de la OCDE es que la recuperación económica mundial prosiga en 2022, con el mundo lidiando mejor con la pandemia y que las políticas monetarias y fiscales prosigan en una línea pro crecimiento. Después de una expansión de 5.6% en 2021, la economía global avanzaría a un ritmo de 4.5% este año, para desacelerar a 3.2% en 2023. Para México, proyecta un 3.3% este año y 2.5% en 2023, tras crecer 5.9% en 2021.

En este punto hay que hacer una acotación fundamental: mientras que en 2020 la economía mundial cayó 3.1%, la mexicana se contrajo 8.3%, con datos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Como agravante, fuimos uno de los pocos países a los que el Covid-19 sorprendió con tendencias recesivas previas: el PIB mundial avanzó 2.8% en 2019; el nuestro, en cambio, retrocedió 0.3 por ciento.

Además, esas estimaciones para México parecen demasiado optimistas a la luz de las últimas encuestas de analistas en nuestro país. En la de Banco de México, publicada el 17 de diciembre, los pronósticos de crecimiento para 2022 promediaron 2.79 por ciento. En la de Citibanamex (21 de diciembre), 2.8 por ciento. Más preocupante, el estimado aprobado para el presupuesto federal fue 4.1 por ciento. La diferencia implicaría, mínimo, más de 13 mil millones de dólares.

En esta panorámica, llama la atención la velocidad con que nuestra economía tiende a la divergencia de la estadounidense, cuando por años fue convergente. Si ellos crecían, nosotros igual, y como sería de esperar, podríamos hacerlo más, al haber más cancha para la expansión para un país como el nuestro que en una economía tan desarrollada como la de los vecinos. Ya no es el caso.

La OCDE prevé que el PIB de Estados Unidos habrá crecido 5.6% en 2021, para avanzar 3.7% en 2022 y 2.4% en 2023. La cuestión es que viene de 2.2 y -3.4 por ciento en 2019 y 2020, respectivamente, contra nuestro 0 y -8 por ciento. Con esas disparidades en el desempeño económico, no debe sorprender que en la declaración 2021 del FMI para México se subraye la acentuación de la divergencia en el ingreso real per cápita respecto al estadounidense, con proyecciones de que se ampliará aún más a futuro.

Por lo pronto, conforme a los estimados, hacia el 2023, el PIB per Cápita de México podría registrar una caída cercana al 3.5% respecto a los niveles de 2018. No hay otra forma más directa de decirlo: una economía más pequeña y empobrecimiento de la población.

Eso es consistente con la creciente migración de mexicanos a Estados Unidos, luego de que se había llegado a una tasa neutra en la década pasada. Asimismo, explica en buena medida los diferenciales en el crecimiento de nuestros estados. Por un lado, aquellos cuyas economías están más integradas a la estadounidense y al TMEC, con plataformas exportadoras importantes. Por otro, los que dependen del mercado interno y más aún los de dependencia local, en particular en el sur-sureste. Desde luego, lo mismo aplica en las diferencias por sectores.

Así, todo indica que México ya no tiende a la convergencia económica hacia el norte, sino al sur: el problema es que América Latina es una de las regiones con menor dinamismo del mundo.

La economía de la región cayó 7% en 2020 y se estima que creció 6.3% en 2021, de acuerdo con la última prospectiva del FMI, que prevé un avance 3% en 2022. Sería el peor resultado de todas las regiones. Debajo de las economías avanzadas, para las que proyecta un 4.5% en 2022; más aún de las emergentes y en desarrollo, con pronóstico de 5.1%; y lejísimos de los países de Asia, para los que espera una expansión de 6.3 por ciento.

Hacia delante, las cosas pintan peor para México: crecimiento promedio anual a la mitad del observado en las últimas décadas. The Conference Board proyecta tendencias de 1.4% anual hasta 2031, mientras para Estados Unidos las ubica en 2.1 al 2026 y 1.8 al 2031; y para el mundo, en 2.5 por ciento.

Nuestra economía ya fue desplazada del grupo de las 15 más grandes por Indonesia. ¿Cuántos peldaños más bajaremos de no ponernos las pilas?

El panorama de estancamiento se complica con la vuelta de la inflación global, que en México es la más alta en dos décadas. Es la sombra de la estanflación, porque del lado del crecimiento, difícilmente habrá más si no se recupera la inversión, cuyo nivel está alrededor de 13% por debajo del de 2018.

Todo esto significa mayor divergencia con Estados Unidos y retraso respecto a las economías emergentes que sí están creciendo, mientras aquí lo que vemos aumentar es la polarización de carácter político, sin abordar problemas fundamentales como el del declive económico. Urge tomar en serio la economía y el futuro de la nación.