/ martes 10 de noviembre de 2020

Urrutia Laubreaux vs Chile

La Corte Interamericana de Derechos Humanos acaba de condenar al Estado de Chile por infringir la libertad de pensamiento del juez Daniel Urrutia. Así mismo, el Tribunal de San José condenó al Estado por cometer irregularidades en el procedimiento en contra del juez. Por último, se sentenció que esto puede afectar la autonomía y la independencia judicial.

Querido lector, el caso es muy interesante. En el año 2005, el juez Urrutia hizo un trabajo académico sobre el papel del poder judicial chileno durante el régimen de la dictadura militar de Pinochet. El documento concluía que el poder judicial necesitaba reflexionar en cuanto a ese periodo desde la perspectiva de los derechos humanos, y pedir una disculpa por sus omisiones en dicho lapso. El documento académico le valió una amonestación al juez Urrutia. Aquí, el problema está cuando un juez no puede criticar el papel de la judicatura durante un lapso de irregularidad democrática.

La sanción impuesta al juez Urrutia también se hizo de manera injusta. Al juez no le avisaron que había un procedimiento en su contra, no tuvo derecho a un abogado, no pudo ofrecer pruebas, y el tribunal que lo acusó fue el mismo que conoció de la apelación. Todo esto pasó, por ejercer la libertad de expresión, por criticar a los jueces durante la dictadura, por no poderse guardar sus ideas para sí. Algunos deben pensar: -Caray, hubiera hecho el documento de…¿?... Derechos Humanos y sus Avances en América, - una cosa abstracta con muchos pies de página. Así se hubiera ahorrado problemas.

La teoría del ahorro de los problemas es la que está ahogando a las democracias, y la que le eleva los costos a quienes deciden hacer o decir algo. En la teoría del ahorro de los problemas se debe tirar al vacío la libertad de expresión, pues ésta es la principal fuente de inconvenientes. Hay que ser animales políticos que digan y hagan cosas solo políticamente correctas, cosas que no vayan a incomodar a la cúpula en el poder político. En caso de hacer esto no tendremos contrariedades y podremos expresar (en lo privado o en lo íntimo) nuestra opinión sin riesgos.

El juez Urrutia no se puede ahorrar problemas. Tiene un imán para estos. La fórmula es muy sencilla: actúa y se expresa conforme a sus principios, despliega su conducta conforme a lo que cree correcto en su papel como juez (no hace concesiones, ni cálculos políticos). Esto le ha valido una serie de procesos administrativos interminables y ha puesto en vilo su carrera en el poder judicial.

Este caso lo llevamos Fabián Sánchez Matus, José Antonio Caballero y un seguro servidor. En algunas ocasiones, le decíamos a Daniel que tomara las cosas con más calma. En efecto, tenemos una creencia muy arraigada de que pedir o hacer lo justo es meterse en problemas, que apegarse a la ley e incomodar al poder puede ser peligroso, que las cúpulas políticas nos pueden perseguir. Nos autocensuramos en aras de evitarnos contrariedades. El caso del juez Urrutia demuestra que ese miedo que flota en nuestro subconsciente no es infundado. Que aquel que se expresa y actúa para mejorar el estado de la cuestión puede tener sanciones arbitrarias, más cuando es juez.

Ojalá que el caso del juez Urrutia de cuenta que las cosas solo mejoran cuando actuamos conforme a nuestros principios sin hacer cálculos políticos, y que esto debe ser normal en las democracias modernas. Más cuando hablamos de jueces, su papel es defender los derechos humanos, incomode a quien incomode.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos acaba de condenar al Estado de Chile por infringir la libertad de pensamiento del juez Daniel Urrutia. Así mismo, el Tribunal de San José condenó al Estado por cometer irregularidades en el procedimiento en contra del juez. Por último, se sentenció que esto puede afectar la autonomía y la independencia judicial.

Querido lector, el caso es muy interesante. En el año 2005, el juez Urrutia hizo un trabajo académico sobre el papel del poder judicial chileno durante el régimen de la dictadura militar de Pinochet. El documento concluía que el poder judicial necesitaba reflexionar en cuanto a ese periodo desde la perspectiva de los derechos humanos, y pedir una disculpa por sus omisiones en dicho lapso. El documento académico le valió una amonestación al juez Urrutia. Aquí, el problema está cuando un juez no puede criticar el papel de la judicatura durante un lapso de irregularidad democrática.

La sanción impuesta al juez Urrutia también se hizo de manera injusta. Al juez no le avisaron que había un procedimiento en su contra, no tuvo derecho a un abogado, no pudo ofrecer pruebas, y el tribunal que lo acusó fue el mismo que conoció de la apelación. Todo esto pasó, por ejercer la libertad de expresión, por criticar a los jueces durante la dictadura, por no poderse guardar sus ideas para sí. Algunos deben pensar: -Caray, hubiera hecho el documento de…¿?... Derechos Humanos y sus Avances en América, - una cosa abstracta con muchos pies de página. Así se hubiera ahorrado problemas.

La teoría del ahorro de los problemas es la que está ahogando a las democracias, y la que le eleva los costos a quienes deciden hacer o decir algo. En la teoría del ahorro de los problemas se debe tirar al vacío la libertad de expresión, pues ésta es la principal fuente de inconvenientes. Hay que ser animales políticos que digan y hagan cosas solo políticamente correctas, cosas que no vayan a incomodar a la cúpula en el poder político. En caso de hacer esto no tendremos contrariedades y podremos expresar (en lo privado o en lo íntimo) nuestra opinión sin riesgos.

El juez Urrutia no se puede ahorrar problemas. Tiene un imán para estos. La fórmula es muy sencilla: actúa y se expresa conforme a sus principios, despliega su conducta conforme a lo que cree correcto en su papel como juez (no hace concesiones, ni cálculos políticos). Esto le ha valido una serie de procesos administrativos interminables y ha puesto en vilo su carrera en el poder judicial.

Este caso lo llevamos Fabián Sánchez Matus, José Antonio Caballero y un seguro servidor. En algunas ocasiones, le decíamos a Daniel que tomara las cosas con más calma. En efecto, tenemos una creencia muy arraigada de que pedir o hacer lo justo es meterse en problemas, que apegarse a la ley e incomodar al poder puede ser peligroso, que las cúpulas políticas nos pueden perseguir. Nos autocensuramos en aras de evitarnos contrariedades. El caso del juez Urrutia demuestra que ese miedo que flota en nuestro subconsciente no es infundado. Que aquel que se expresa y actúa para mejorar el estado de la cuestión puede tener sanciones arbitrarias, más cuando es juez.

Ojalá que el caso del juez Urrutia de cuenta que las cosas solo mejoran cuando actuamos conforme a nuestros principios sin hacer cálculos políticos, y que esto debe ser normal en las democracias modernas. Más cuando hablamos de jueces, su papel es defender los derechos humanos, incomode a quien incomode.

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