/ lunes 17 de julio de 2017

El socavón en que hemos hundido a la Nación

En estos últimos días la conciencia de la sociedad mexicana se ha cimbrado, pasando del estupor al horror y de la indignación a la condena. Primero cuando Manuel Bartlett tuvo el cinismo de reconocer lo que todos los que vivimos hace 29 años las elecciones de 1988 ya sabíamos: que en aquel 6 de julio se cometió un fraude colosal. Cómo olvidar entonces sus ignominiosas declaraciones a los medios cuando anunció, gélido, la famosa “caída del sistema” y luego el incendio de los paquetes electorales en San Lázaro. Por eso cala y ofende su actual “reconocimiento” a través de un tuit: “@FelipeCalderon hipócrita; él, Salinas y Fernández de Cevallos quemaron los paquetes electorales del 88. Defraudadores”.

¡¿Y Bartlett?! Él, que todavía nos “narra-confiesa” cómo el PAN, por “orden de la cúpula empresarial”, “abandonó” a Cuauhtémoc Cárdenas y a Manuel Clouthier para darle la Presidencia a Carlos Salinas: “En primer lugar, el presidente nacional del PRI, Jorge de la Vega Domínguez, por instrucciones del presidente Miguel de la Madrid, declara ganador a Salinas de Gortari sin tener cifras, la misma noche de la elección; luego, Salinas corre aterrado para ponerse de acuerdo con el PAN y de ese pacto se derivan las ‘concertacesiones’, las gubernaturas para el PAN, las reformas constitucionales. Y encima de todo, Salinas y el PAN acuerdan quemar los paquetes. Esos son hechos incontrovertibles”. No, lo incontrovertible es el descaro con que admitió su colaboración en el atentado vil contra la democracia de nuestra Nación. ¡Traición artera a la Patria! Lo que no sorprende es nuestra ataráxica impavidez, lo mismo ahora que en 1994, 2000, 2006, 20012 y no dudemos en 2018.

Luego vino la tragedia del Paso Express morelense: obra que evidencia la extrema vulnerabilidad de la sociedad mexicana. Una eternidad tardaron en llegar los servicios de rescate y sólo 9 horas después fueron extraídos los cadáveres de un padre y un hijo. Muertos por asfixia debida al confinamiento, como confirma el informe de la necropsia, porque nadie llegó a socorrerlos durante los primeros 90 a 120 minutos del percance. Sí, una vez más atestiguamos cómo la corrupción nos devora y cómo cada nueva información escala la problemática que adquiere nuevos tintes, siempre más dantescos. Desde meses atrás vecinos de la zona y autoridades locales se cansaron de avisar a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes que estaban por reventarse los muros del flamante Paso Express -como ahora lo hacen pobladores de Chamilpa-. Nadie atendió su denuncia.

Por eso el clamor es generalizado contra el titular de dicha Secretaría, pero él sigue firme, repugnantemente impasible, en su puesto. Esto solo puede pasar en México: aquí, donde la cinta carretera es menor a 15 cms. frente a los 70 cms. de cualquier autopista moderna. El presidente de la República me nombró. Solo él me retirará, declara Gerardo Ruiz Esparza a los medios, y agrega: “hasta donde entiendo” los familiares aceptaron la indemnización. “No se está haciendo por alguna cosa más que por el mal rato que pasaron; … no a que sea menos malo, porque eso no se paga con dinero, pero ayudarles en gestiones que quizá si no hubiera la intervención nuestra podrían tomar mucho tiempo”. ¡Así! ¡Con esa desfachatez, indolencia e insensibilidad crasa!

Por lo pronto, desde 2015 la Auditoría Superior de la Federación alertó del cúmulo de irregularidades en la obra a cargo de Epccor y Aldesa, empresas multifavorecidas por el gobierno federal para obra pública pese a sus negativos antecedentes, pero nada, para variar, sucedió. Tuvo que ser esta tragedia humana la que abriera de nueva cuenta esa negra caja de Pandora donde mora la hidra policefálica de la corrupción, monstruo que cohabita con nosotros ahondando el inconmensurable socavón en el que hemos hundido a la Nación.

bettyzanolli@hotmail.com        @BettyZanolli

En estos últimos días la conciencia de la sociedad mexicana se ha cimbrado, pasando del estupor al horror y de la indignación a la condena. Primero cuando Manuel Bartlett tuvo el cinismo de reconocer lo que todos los que vivimos hace 29 años las elecciones de 1988 ya sabíamos: que en aquel 6 de julio se cometió un fraude colosal. Cómo olvidar entonces sus ignominiosas declaraciones a los medios cuando anunció, gélido, la famosa “caída del sistema” y luego el incendio de los paquetes electorales en San Lázaro. Por eso cala y ofende su actual “reconocimiento” a través de un tuit: “@FelipeCalderon hipócrita; él, Salinas y Fernández de Cevallos quemaron los paquetes electorales del 88. Defraudadores”.

¡¿Y Bartlett?! Él, que todavía nos “narra-confiesa” cómo el PAN, por “orden de la cúpula empresarial”, “abandonó” a Cuauhtémoc Cárdenas y a Manuel Clouthier para darle la Presidencia a Carlos Salinas: “En primer lugar, el presidente nacional del PRI, Jorge de la Vega Domínguez, por instrucciones del presidente Miguel de la Madrid, declara ganador a Salinas de Gortari sin tener cifras, la misma noche de la elección; luego, Salinas corre aterrado para ponerse de acuerdo con el PAN y de ese pacto se derivan las ‘concertacesiones’, las gubernaturas para el PAN, las reformas constitucionales. Y encima de todo, Salinas y el PAN acuerdan quemar los paquetes. Esos son hechos incontrovertibles”. No, lo incontrovertible es el descaro con que admitió su colaboración en el atentado vil contra la democracia de nuestra Nación. ¡Traición artera a la Patria! Lo que no sorprende es nuestra ataráxica impavidez, lo mismo ahora que en 1994, 2000, 2006, 20012 y no dudemos en 2018.

Luego vino la tragedia del Paso Express morelense: obra que evidencia la extrema vulnerabilidad de la sociedad mexicana. Una eternidad tardaron en llegar los servicios de rescate y sólo 9 horas después fueron extraídos los cadáveres de un padre y un hijo. Muertos por asfixia debida al confinamiento, como confirma el informe de la necropsia, porque nadie llegó a socorrerlos durante los primeros 90 a 120 minutos del percance. Sí, una vez más atestiguamos cómo la corrupción nos devora y cómo cada nueva información escala la problemática que adquiere nuevos tintes, siempre más dantescos. Desde meses atrás vecinos de la zona y autoridades locales se cansaron de avisar a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes que estaban por reventarse los muros del flamante Paso Express -como ahora lo hacen pobladores de Chamilpa-. Nadie atendió su denuncia.

Por eso el clamor es generalizado contra el titular de dicha Secretaría, pero él sigue firme, repugnantemente impasible, en su puesto. Esto solo puede pasar en México: aquí, donde la cinta carretera es menor a 15 cms. frente a los 70 cms. de cualquier autopista moderna. El presidente de la República me nombró. Solo él me retirará, declara Gerardo Ruiz Esparza a los medios, y agrega: “hasta donde entiendo” los familiares aceptaron la indemnización. “No se está haciendo por alguna cosa más que por el mal rato que pasaron; … no a que sea menos malo, porque eso no se paga con dinero, pero ayudarles en gestiones que quizá si no hubiera la intervención nuestra podrían tomar mucho tiempo”. ¡Así! ¡Con esa desfachatez, indolencia e insensibilidad crasa!

Por lo pronto, desde 2015 la Auditoría Superior de la Federación alertó del cúmulo de irregularidades en la obra a cargo de Epccor y Aldesa, empresas multifavorecidas por el gobierno federal para obra pública pese a sus negativos antecedentes, pero nada, para variar, sucedió. Tuvo que ser esta tragedia humana la que abriera de nueva cuenta esa negra caja de Pandora donde mora la hidra policefálica de la corrupción, monstruo que cohabita con nosotros ahondando el inconmensurable socavón en el que hemos hundido a la Nación.

bettyzanolli@hotmail.com        @BettyZanolli