/ domingo 22 de diciembre de 2019

Antonieta Rivas Mercado y el signo de Ulises (I)

Con el despertar del siglo XX nació también en la Ciudad de México, el 28 de abril de 1900, María de la Luz Antonieta Rivas y Castellanos, mejor conocida como Antonieta Rivas Mercado. Una mujer fuera de serie, a la que bastó menos de un lustro para haber dejado una de las más grandes improntas culturales en nuestra historia.

Hija del notable arquitecto Antonio Rivas Mercado, sus primeros años transcurrieron a la par que su padre edificaba el símbolo más emblemático de nuestra ciudad capital, la Columna de la Independencia, con motivo de los festejos del Centenario. Gracias a ello, viajó con su progenitor a Francia hacia 1909 en pos de materiales, dando inicio su contacto con lo más granado de la intelectualidad, arte y cultura parisinos y europeos. Allí estudió ballet y, a su regreso, ingresó al Conservatorio para estudiar piano, alternando sus estudios musicales con clases de filosofía y de literatura con Erasmo Castellanos Quinto.

A los 18 años se casó con Albert Blair y de ese vínculo nació su único hijo, Donald Antonio, pero el matrimonio no tardó en fracasar. Su espíritu indomable clamaba libertad y en 1923 comenzó su separación marital. Por tres años vivió en Europa, recorriendo Inglaterra, Alemania, Suiza, Italia y Francia, donde fue ahora el impacto de su teatro experimental el que la atropó. De regreso a México, en julio de 1926, estudia en la Escuela Nacional Preparatoria pero será su encuentro con el pintor Manuel Rodríguez Lozano un primer parteaguas en su vida. Con él se verá introducida a un círculo cultural en gestación del que forman parte además de pintores, literatos, músicos y actores. Es el grupo “Ulises”, al que abre las puertas de su casa, ubicada en la colonia Guerrero en Héroes 45. En ésta, a partir de entonces, tendrán lugar múltiples veladas musicales y literarias en las que se dramatizarán obras de teatro y donde sus miembros se dedicarán a organizar toda clase de actividades culturales.

No obstante, el 3 de enero de 1927 fallece su padre y ella se convierte en la albacea. A partir de ese momento, febrilmente, dedicará su fortuna a la promoción cultural. El primer proyecto que apoyó fue la revista Ulises -publicada primero por la Secretaría de Educación Pública-, al que financió desde su segundo número. En diciembre, organiza la muestra pictórica de Rodríguez Lozano, “Exposición de Ulises” y edita obras de Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen y Andrés Henestrosa. El 4 de enero de 1928, patrocina al grupo Ulises para instaurar la primera compañía de teatro moderno en México: el Teatro de Ulises que, primero en Mesones 42 y luego en el Teatro Virginia Fábregas, pondría en escena obras del repertorio contemporáneo como Proust, Joyce, Gide, Roger-Marx, O’Neil, Vildrac y Cocteau. En julio, un nuevo proyecto cobra vida al establecer el patronato que daría origen a la Orquesta Sinfónica Mexicana, integrado por secretarios de estado, las esposas de los embajadores de Estados Unidos y Francia, y personajes como Genaro Estrada y Alfonso Pruneda. Orquesta a la que mandó hacer más de un centenar de fracs, pagó invitaciones y prensa para su concierto inaugural -que tuvo lugar en el Teatro Esperanza Iris- bajo la dirección de Carlos Chávez, y editó el primer y único número de su Revista Musical. Pero la vida le deparaba nuevos derroteros.

En 1929, Antonio Castro Leal la invita a dar clases de teatro en la Universidad pero no tardan en surgir diferencias entre ella y Chávez, a la sazón director de la Escuela Nacional de Música, Teatro y Danza. Sí. Era el destino. Por Samuel Ramos conoce en marzo a José Vasconcelos y a partir de ese encuentro su vida da un vuelco. Del mecenazgo cultural, Antonieta pasa al político, consagrando sus recursos a financiar la campaña de Vasconcelos. Su casa es ahora el punto de encuentro del Comité Pro Vasconcelos, del Partido Nacional Antirreeleccionista y del Frente Nacional Renovador, en que participaban ella, Vicente y Mauricio Magdaleno. Antonieta no solo escribirá ensayos y dibujará carteles políticos, es una entusiasta que lucha por la libertad y los derechos sociales, particularmente de la mujer. Pero el fraude electoral, el más descarado de todos los del siglo XX, se interpuso y ambos terminaron, cada uno por su lado, exiliados en los Estados Unidos. Allí conocerá y se hará traductora de Federico García Lorca.

En 1930, de vuelta a México, es notificada que ha perdido la custodia de su hijo. Huye entonces, desesperada, con él a Francia donde se vuelca, infatigable, a la literatura. En febrero de 1931 se reencuentra con Vasconcelos en París. Está sola, sin dinero, sin horizontes, perseguida, acosada y su última esperanza muere con la noche del 10 de febrero. A la mañana siguiente, termina con su vida en la Catedral de Notre-Dame.

Ese día nació su leyenda, pero también ese día, injustamente, su impronta y obra fueron opacadas por el velo del final que eligió y por los amores a los que se ofrendó, tal vez en demasía, tal vez equivocadamente, solo ella pudo saberlo.

bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli


Con el despertar del siglo XX nació también en la Ciudad de México, el 28 de abril de 1900, María de la Luz Antonieta Rivas y Castellanos, mejor conocida como Antonieta Rivas Mercado. Una mujer fuera de serie, a la que bastó menos de un lustro para haber dejado una de las más grandes improntas culturales en nuestra historia.

Hija del notable arquitecto Antonio Rivas Mercado, sus primeros años transcurrieron a la par que su padre edificaba el símbolo más emblemático de nuestra ciudad capital, la Columna de la Independencia, con motivo de los festejos del Centenario. Gracias a ello, viajó con su progenitor a Francia hacia 1909 en pos de materiales, dando inicio su contacto con lo más granado de la intelectualidad, arte y cultura parisinos y europeos. Allí estudió ballet y, a su regreso, ingresó al Conservatorio para estudiar piano, alternando sus estudios musicales con clases de filosofía y de literatura con Erasmo Castellanos Quinto.

A los 18 años se casó con Albert Blair y de ese vínculo nació su único hijo, Donald Antonio, pero el matrimonio no tardó en fracasar. Su espíritu indomable clamaba libertad y en 1923 comenzó su separación marital. Por tres años vivió en Europa, recorriendo Inglaterra, Alemania, Suiza, Italia y Francia, donde fue ahora el impacto de su teatro experimental el que la atropó. De regreso a México, en julio de 1926, estudia en la Escuela Nacional Preparatoria pero será su encuentro con el pintor Manuel Rodríguez Lozano un primer parteaguas en su vida. Con él se verá introducida a un círculo cultural en gestación del que forman parte además de pintores, literatos, músicos y actores. Es el grupo “Ulises”, al que abre las puertas de su casa, ubicada en la colonia Guerrero en Héroes 45. En ésta, a partir de entonces, tendrán lugar múltiples veladas musicales y literarias en las que se dramatizarán obras de teatro y donde sus miembros se dedicarán a organizar toda clase de actividades culturales.

No obstante, el 3 de enero de 1927 fallece su padre y ella se convierte en la albacea. A partir de ese momento, febrilmente, dedicará su fortuna a la promoción cultural. El primer proyecto que apoyó fue la revista Ulises -publicada primero por la Secretaría de Educación Pública-, al que financió desde su segundo número. En diciembre, organiza la muestra pictórica de Rodríguez Lozano, “Exposición de Ulises” y edita obras de Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen y Andrés Henestrosa. El 4 de enero de 1928, patrocina al grupo Ulises para instaurar la primera compañía de teatro moderno en México: el Teatro de Ulises que, primero en Mesones 42 y luego en el Teatro Virginia Fábregas, pondría en escena obras del repertorio contemporáneo como Proust, Joyce, Gide, Roger-Marx, O’Neil, Vildrac y Cocteau. En julio, un nuevo proyecto cobra vida al establecer el patronato que daría origen a la Orquesta Sinfónica Mexicana, integrado por secretarios de estado, las esposas de los embajadores de Estados Unidos y Francia, y personajes como Genaro Estrada y Alfonso Pruneda. Orquesta a la que mandó hacer más de un centenar de fracs, pagó invitaciones y prensa para su concierto inaugural -que tuvo lugar en el Teatro Esperanza Iris- bajo la dirección de Carlos Chávez, y editó el primer y único número de su Revista Musical. Pero la vida le deparaba nuevos derroteros.

En 1929, Antonio Castro Leal la invita a dar clases de teatro en la Universidad pero no tardan en surgir diferencias entre ella y Chávez, a la sazón director de la Escuela Nacional de Música, Teatro y Danza. Sí. Era el destino. Por Samuel Ramos conoce en marzo a José Vasconcelos y a partir de ese encuentro su vida da un vuelco. Del mecenazgo cultural, Antonieta pasa al político, consagrando sus recursos a financiar la campaña de Vasconcelos. Su casa es ahora el punto de encuentro del Comité Pro Vasconcelos, del Partido Nacional Antirreeleccionista y del Frente Nacional Renovador, en que participaban ella, Vicente y Mauricio Magdaleno. Antonieta no solo escribirá ensayos y dibujará carteles políticos, es una entusiasta que lucha por la libertad y los derechos sociales, particularmente de la mujer. Pero el fraude electoral, el más descarado de todos los del siglo XX, se interpuso y ambos terminaron, cada uno por su lado, exiliados en los Estados Unidos. Allí conocerá y se hará traductora de Federico García Lorca.

En 1930, de vuelta a México, es notificada que ha perdido la custodia de su hijo. Huye entonces, desesperada, con él a Francia donde se vuelca, infatigable, a la literatura. En febrero de 1931 se reencuentra con Vasconcelos en París. Está sola, sin dinero, sin horizontes, perseguida, acosada y su última esperanza muere con la noche del 10 de febrero. A la mañana siguiente, termina con su vida en la Catedral de Notre-Dame.

Ese día nació su leyenda, pero también ese día, injustamente, su impronta y obra fueron opacadas por el velo del final que eligió y por los amores a los que se ofrendó, tal vez en demasía, tal vez equivocadamente, solo ella pudo saberlo.

bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli