/ lunes 11 de julio de 2022

Cuando falte el agua, cuenta regresiva

Somos testigos del daño a la naturaleza resultado de años de explotación; por eso la importancia de reducir el impacto de las ciudades en el entorno para mejorar el medio ambiente. Sin embargo, a veces se limita el alcance de esas medidas y sólo vemos acciones para mejorar áreas verdes, sembrar árboles, separar residuos sólidos, o reducir los niveles de contaminación.

Si bien estas acciones ayudan a no causar mayores daños a nuestro entorno, lo cierto es que se dejan fuera temas de igual o mayor importancia, como el uso responsable del Agua.

Muchas personas en todo el mundo, no son conscientes del impacto que tiene el consumo excesivo de agua, sumado a la poca cultura del reúso, o de captación de agua; a pesar que es indispensable contar con agua para realizar muchas de nuestras actividades cotidianas y de las actividades industriales.

Una de las metas de la Agenda 2030 es “asegurar la sostenibilidad de la extracción y el abastecimiento de agua dulce para hacer frente a la escasez de agua …”, sin embargo, poco se ha hecho al respecto; pues a pesar de contar con programas de captación de agua de lluvia, o la obligación legal de algunos comercios de contar con sistemas de tratamiento de agua, entre otros, no hay acciones concretas para reabastecer pozos y acuíferos.

En el contexto mundial, es claro que pocos gobiernos han logrado intervenciones concretas que ayuden a recargar las estructuras naturales de agua, lo que tiene doble consecuencia negativa. Primero, abusar de la extracción de agua provoca hundimientos en las ciudades, causando problemas de riesgo y en consecuencia mayor obra pública para el de desarrollo urbano. Segundo, se compromete la reserva de agua a mediano y corto plazo, acelerando la fecha fatal para el desabasto de agua en todo el mundo, el llamado día cero.

Ahora es frecuente escuchar de lugares con menos abasto, o saber de la ausencia total del agua en algunas zonas del país; el ejemplo más reciente en Nuevo León. Pero no se debe culpar a la propia naturaleza, argumentando la falta de lluvia, pues sólo es uno de los factores del problema; el tema decisivo está en las políticas que los gobiernos debieron emprender desde hace años, y que ahora hace urgente recargar pozos y acuíferos; al tiempo de generar conciencia para la cultura del uso responsable, reúso y captación de agua.

Las condiciones actuales hacen concluir que acciones aisladas sólo son paliativos, pues aunque contamos con normas que obligan al uso de materiales permeables en las áreas libres de construcción, no hay supervisión para que se cumpla; ante la necesidad y demanda de vivienda en la CDMX se proyectan desarrollos, poniendo en riesgo la sostenibilidad del agua y la gestión de riesgos al alterar el comportamiento del suelo, comprometiendo la seguridad en caso de algún sismo.

Cuando esa realidad nos alcance y no haya posibilidad de abastecer agua, no será válido ningún argumento o incluso presupuesto; sin embargo, es una responsabilidad compartida y colectiva que debe encabezar el Gobierno, ya que es el momento de invertir recursos económicos y humanos para garantizar el reabastecimiento de los acuíferos en la ciudad, o mañana será demasiado tarde.

Dice nuestra cultura popular que “nadie escarmienta en cabeza ajena”, pero en la CDMX nos acercamos a la realidad de Nuevo León, recordemos la falta recurrente de agua en el oriente de la ciudad, la explotación de pozos de agua en Azcapotzalco, o el hundimiento del norte de la ciudad por la extracción de agua.

Esto debe generar consciencia para aprender de los errores cometidos, y verdaderamente ejecutar acciones integrales para cuidar del agua que queda, y al mismo tiempo garantizar la recarga y filtración en los acuíferos.

Con esas acciones podemos resumir el principio de sustentabilidad hídrica en la Ciudad, heredando a las nuevas generaciones la posibilidad de contar con agua.

Somos testigos del daño a la naturaleza resultado de años de explotación; por eso la importancia de reducir el impacto de las ciudades en el entorno para mejorar el medio ambiente. Sin embargo, a veces se limita el alcance de esas medidas y sólo vemos acciones para mejorar áreas verdes, sembrar árboles, separar residuos sólidos, o reducir los niveles de contaminación.

Si bien estas acciones ayudan a no causar mayores daños a nuestro entorno, lo cierto es que se dejan fuera temas de igual o mayor importancia, como el uso responsable del Agua.

Muchas personas en todo el mundo, no son conscientes del impacto que tiene el consumo excesivo de agua, sumado a la poca cultura del reúso, o de captación de agua; a pesar que es indispensable contar con agua para realizar muchas de nuestras actividades cotidianas y de las actividades industriales.

Una de las metas de la Agenda 2030 es “asegurar la sostenibilidad de la extracción y el abastecimiento de agua dulce para hacer frente a la escasez de agua …”, sin embargo, poco se ha hecho al respecto; pues a pesar de contar con programas de captación de agua de lluvia, o la obligación legal de algunos comercios de contar con sistemas de tratamiento de agua, entre otros, no hay acciones concretas para reabastecer pozos y acuíferos.

En el contexto mundial, es claro que pocos gobiernos han logrado intervenciones concretas que ayuden a recargar las estructuras naturales de agua, lo que tiene doble consecuencia negativa. Primero, abusar de la extracción de agua provoca hundimientos en las ciudades, causando problemas de riesgo y en consecuencia mayor obra pública para el de desarrollo urbano. Segundo, se compromete la reserva de agua a mediano y corto plazo, acelerando la fecha fatal para el desabasto de agua en todo el mundo, el llamado día cero.

Ahora es frecuente escuchar de lugares con menos abasto, o saber de la ausencia total del agua en algunas zonas del país; el ejemplo más reciente en Nuevo León. Pero no se debe culpar a la propia naturaleza, argumentando la falta de lluvia, pues sólo es uno de los factores del problema; el tema decisivo está en las políticas que los gobiernos debieron emprender desde hace años, y que ahora hace urgente recargar pozos y acuíferos; al tiempo de generar conciencia para la cultura del uso responsable, reúso y captación de agua.

Las condiciones actuales hacen concluir que acciones aisladas sólo son paliativos, pues aunque contamos con normas que obligan al uso de materiales permeables en las áreas libres de construcción, no hay supervisión para que se cumpla; ante la necesidad y demanda de vivienda en la CDMX se proyectan desarrollos, poniendo en riesgo la sostenibilidad del agua y la gestión de riesgos al alterar el comportamiento del suelo, comprometiendo la seguridad en caso de algún sismo.

Cuando esa realidad nos alcance y no haya posibilidad de abastecer agua, no será válido ningún argumento o incluso presupuesto; sin embargo, es una responsabilidad compartida y colectiva que debe encabezar el Gobierno, ya que es el momento de invertir recursos económicos y humanos para garantizar el reabastecimiento de los acuíferos en la ciudad, o mañana será demasiado tarde.

Dice nuestra cultura popular que “nadie escarmienta en cabeza ajena”, pero en la CDMX nos acercamos a la realidad de Nuevo León, recordemos la falta recurrente de agua en el oriente de la ciudad, la explotación de pozos de agua en Azcapotzalco, o el hundimiento del norte de la ciudad por la extracción de agua.

Esto debe generar consciencia para aprender de los errores cometidos, y verdaderamente ejecutar acciones integrales para cuidar del agua que queda, y al mismo tiempo garantizar la recarga y filtración en los acuíferos.

Con esas acciones podemos resumir el principio de sustentabilidad hídrica en la Ciudad, heredando a las nuevas generaciones la posibilidad de contar con agua.