/ sábado 17 de marzo de 2018

Del nacionalismo de la expropiación a la reforma energética

El México de hoy, aunque muy diferente al de 1938, sigue teniendo como referente de nacionalismo, de orgullo, de valor, aquel 18 de marzo en que el presidente general Lázaro Cárdenas emitió el decreto de expropiación de la industria petrolera. Se cumplen ya 80 años y la riqueza nacional del petróleo sigue en nuestras vidas diarias: porque nos genera divisas, porque nos procura recursos con los que afrontamos el gasto público y parte del bienestar nacional.

No se puede, no podemos negar ni ocultar que esta riqueza nacional también ha sido mal utilizada por mexicanos que teniendo en sus manos su administración, han caído en la ambición y el descaro de apropiársela. Afortunadamente esos malos mexicanos han sido apartados y muchos han pagado y pagan las consecuencias de sus actos indebidos.

Pero en lo que corre este siglo llegamos al punto en que, al fin riqueza natural, nos dimos cuenta que los yacimientos se agotaban y extraer el petróleo empezaba a costarnos más trabajo, más inversión de recursos. Al mismo tiempo nos alcanzaba la globalización y la interconexión de las economías mundiales, la asociación de intereses y de propósitos.

Nos urgía modernizarnos, adaptarnos a la globalización y para evitar quedarnos rezagados y aislados, también debíamos modernizar nuestras propias leyes, la estructura jurídica del Estado mexicano. Y eso fue lo que procedió. A iniciativa del presidente Enrique Peña, con el trabajo jurídico y político coordinado, muchos estuvimos presentes y aportamos nuestro grano de responsabilidad.

Las llamadas reformas estructurales, entre las que se cuenta la energética, dieron un giro de modernización a nuestro país y nos colocó en condiciones de competencia con el entorno mundial. Nunca pusimos en riesgo, como bien se sabe, la propiedad sobre los hidrocarburos en el subsuelo mexicano.

Petróleos Mexicanos pasó a ser un empresa productiva del Estado y en el mediano y largo plazos tendremos mejores precios en los energéticos de uso diario. Y nos permite ya combatir de manera efectiva la corrupción en el sector.

Algo de la mayor importancia, que fortalecerá el ahorro a largo plazo, fue la creación del Fondo Mexicano del Petróleo para la Estabilización y el Desarrollo. Ya es una acción en beneficio de las futuras generaciones. Nos preocupamos además por establecer una eficaz protección al medio ambiente y, ante todo, atraer inversiones al sector energético para obtener más y mejores ingresos de ese petróleo que es propiedad de la Nación, del pueblo de México.

Es cierto que en el periodo de transición y adaptación, de una legislación caduca a una moderna, de una paraestatal a una empresa productiva que busca eficientar a través de la asociación y de la concesión los procesos productivos, hemos encontrado y sufrido turbulencias.

No ignoramos que en los principales centros neurálgicos de la industria petrolera, Ciudad del Carmen, en Campeche, por ejemplo, parte de Tabasco, Veracruz y Tamaulipas, la caída de los precios internacionales el petróleo pegaron fuerte, principalmente con el despido de cientos de trabajadores. No fue una situación derivada de la reforma energética, pero hubo quienes pensaron que era así.

Hoy, que los precios tienden a estabilizarse, que muchas compañías están contratando de nuevo trabajadores; que otras extranjeras y nacionales ya están asociadas y trabajando en la exploración de nuevos campos petroleros, y pronto empezarán a producir, va quedando claro que la reforma energética camina y camina bien.

Llegamos a un aniversario más, el 80, de la expropiación petrolera del presidente Cárdenas. El nacionalismo que lo movió e impulsó, la búsqueda de mejores condiciones de vida para los mexicanos, se mantiene hoy como una bandera que alzamos con orgullo y con la tranquilidad de que se pudo modernizar sin faltar a los más altos ideales de nuestra nación.

Senador del PRI

El México de hoy, aunque muy diferente al de 1938, sigue teniendo como referente de nacionalismo, de orgullo, de valor, aquel 18 de marzo en que el presidente general Lázaro Cárdenas emitió el decreto de expropiación de la industria petrolera. Se cumplen ya 80 años y la riqueza nacional del petróleo sigue en nuestras vidas diarias: porque nos genera divisas, porque nos procura recursos con los que afrontamos el gasto público y parte del bienestar nacional.

No se puede, no podemos negar ni ocultar que esta riqueza nacional también ha sido mal utilizada por mexicanos que teniendo en sus manos su administración, han caído en la ambición y el descaro de apropiársela. Afortunadamente esos malos mexicanos han sido apartados y muchos han pagado y pagan las consecuencias de sus actos indebidos.

Pero en lo que corre este siglo llegamos al punto en que, al fin riqueza natural, nos dimos cuenta que los yacimientos se agotaban y extraer el petróleo empezaba a costarnos más trabajo, más inversión de recursos. Al mismo tiempo nos alcanzaba la globalización y la interconexión de las economías mundiales, la asociación de intereses y de propósitos.

Nos urgía modernizarnos, adaptarnos a la globalización y para evitar quedarnos rezagados y aislados, también debíamos modernizar nuestras propias leyes, la estructura jurídica del Estado mexicano. Y eso fue lo que procedió. A iniciativa del presidente Enrique Peña, con el trabajo jurídico y político coordinado, muchos estuvimos presentes y aportamos nuestro grano de responsabilidad.

Las llamadas reformas estructurales, entre las que se cuenta la energética, dieron un giro de modernización a nuestro país y nos colocó en condiciones de competencia con el entorno mundial. Nunca pusimos en riesgo, como bien se sabe, la propiedad sobre los hidrocarburos en el subsuelo mexicano.

Petróleos Mexicanos pasó a ser un empresa productiva del Estado y en el mediano y largo plazos tendremos mejores precios en los energéticos de uso diario. Y nos permite ya combatir de manera efectiva la corrupción en el sector.

Algo de la mayor importancia, que fortalecerá el ahorro a largo plazo, fue la creación del Fondo Mexicano del Petróleo para la Estabilización y el Desarrollo. Ya es una acción en beneficio de las futuras generaciones. Nos preocupamos además por establecer una eficaz protección al medio ambiente y, ante todo, atraer inversiones al sector energético para obtener más y mejores ingresos de ese petróleo que es propiedad de la Nación, del pueblo de México.

Es cierto que en el periodo de transición y adaptación, de una legislación caduca a una moderna, de una paraestatal a una empresa productiva que busca eficientar a través de la asociación y de la concesión los procesos productivos, hemos encontrado y sufrido turbulencias.

No ignoramos que en los principales centros neurálgicos de la industria petrolera, Ciudad del Carmen, en Campeche, por ejemplo, parte de Tabasco, Veracruz y Tamaulipas, la caída de los precios internacionales el petróleo pegaron fuerte, principalmente con el despido de cientos de trabajadores. No fue una situación derivada de la reforma energética, pero hubo quienes pensaron que era así.

Hoy, que los precios tienden a estabilizarse, que muchas compañías están contratando de nuevo trabajadores; que otras extranjeras y nacionales ya están asociadas y trabajando en la exploración de nuevos campos petroleros, y pronto empezarán a producir, va quedando claro que la reforma energética camina y camina bien.

Llegamos a un aniversario más, el 80, de la expropiación petrolera del presidente Cárdenas. El nacionalismo que lo movió e impulsó, la búsqueda de mejores condiciones de vida para los mexicanos, se mantiene hoy como una bandera que alzamos con orgullo y con la tranquilidad de que se pudo modernizar sin faltar a los más altos ideales de nuestra nación.

Senador del PRI