/ domingo 13 de mayo de 2018

En el bicentenario de Marx: su fantasma pervive

Al ilustre escritor y artista Carlos Bracho, por conservar a ultranza viva su fe y defensa del marxismo



No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, es su ser social lo que determina su conciencia

Karl Marx (1818-1883)


Cuando entre 1847 y 1848 Carlos Marx y Federico Engels iniciaron su texto “El Manifiesto del Partido Comunista” señalando: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma”, no imaginaron que a 170 años de distancia ese mismo fantasma seguiría estando acosado, no solo en Europa sino ahora en el mundo entero, por la guadaña mortífera del neoliberalismo, ensoberbecido desde que el marxismo sucumbió y se convirtió en un estertor del pasado, subsistiendo únicamente en la teoría almacenada en polvosos y añejos libros abandonados, descontinuados de los fondos bibliotecarios y librerías, emergiendo como espectro del ayer, de tanto en tanto, en alguna página electrónica perdida dentro del universo del mundo virtual.

De la misma manera, quién le hubiera dicho a la Iglesia, Hitler o Mussolini que llegaría el día en el que no se temería más al socialismo, al comunismo y, mucho menos, al marxismo. Imposible para ellos haber imaginado que hablar de Marx sería visto como estar “pasado de moda” o ser todo menos que un radical, al grado que “atreverse” a evocar al filósofo prusiano nacido el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, implicaría ser calificado de conservador, retardatario, “opositor al progreso”. Sí, pese a que Marx nos anunció en El Capital que el capitalismo estaba condenado a morir debido a las graves contradicciones que se agitaban en su interior, prueba de lo cual detonaron en Europa hace 50 años desde el seno mismo universitario las violentas luchas de mayo en 1968, el neoliberalismo terminó logrando lo que el capitalismo en sus tiempos mozos no pudo: desbancar al marxismo de su sitial, tras haber logrado empoderarse como dictador del rumbo de la economía global.

En mi experiencia personal, aunque no pertenecí a la emblemática Generación del 68, viví muy cerca la tragedia como hija de dos profesores universitarios a los que les tocó padecer la gesta estudiantil y la desaparición de muchos de sus alumnos en la Escuela Nacional Preparatoria: las primeras numerosas y escalofriantes desapariciones forzosas de la juventud con las que inició esta trágica espiral de violencia que azota a nuestro país y que, a décadas de distancia, hoy en día cobra día a día más víctimas al mismo tiempo que se vuelve más incomprensible, criminal y siniestra. Sin embargo, toda mi formación histórico-antropológica estuvo marcada por el sello del materialismo histórico. Creí en él porque al aplicar sus principios en la interpretación de los procesos históricos, era posible adentrarse científicamente en el pasado y comprender en consecuencia el presente en un intento, como lo soñó Marx, de avizorar el futuro, pero sigo creyendo en él y en su método de interpretación histórico. Pese a los cambios radicales que en el mundo han tenido lugar y a pesar de las acérrimas críticas en su contra, no temo pasar por demodé. La vigencia de sus principios sigue actual.

¿Qué ocurrió?El marxismo estaba destinado a fracasar porque el ser humano está aún muy lejos de poder saber y de querer vivir en una sociedad igualitaria. Por eso terminó siendo una utopía, una de las más grandes y sustentadas de la historia, sí, pero una más de entre las utopías milenarias en las que ha creído o querido creer la humanidad, pero de nada sirve que exista una gran y revolucionaria teoría si al ponerse ésta en práctica los intereses personales, ni se diga los de los deletéreos partidos, terminan imponiéndose sobre los del resto de la sociedad. Al mismo tiempo, quienes hicieron uso de él no respetaron la esencia de sus postulados y, en cambio, se valieron de ellos para incurrir en lo mismo que la teoría marxista condenó: acumular capital en unas cuantas manos favoreciendo la explotación de infinitas masas de desposeídos, los mismos de siempre, cuyas filas cada día crecen más mientras las cúpulas se hacen cada vez más pequeñas y su poder –económico, ideológico y, por supuesto político- mayor. El marxismo fue incapaz para contener las ambiciones. Por eso fracasó y ha sido tan duramente criticado, no solo por los oponentes ideológicos, sino por los propios marxistas. Los hombres no estuvimos a su altura para transformarnos y mucho menos a la sociedad. México es la prueba fehaciente, para tranquilidad de los grupos neoliberales que hoy nos dominan: no existe la izquierda y la que hubo murió hace mucho tiempo.

No obstante, pese a todo, aunque más escuálido y con menos adeptos, el fantasma del sueño marxista subsiste y sigue rondando, más que en voluntades, en contados corazones que anhelan con un mundo sin clases -como lo harían solo los auténticos anarquistas, no aquellos que hacen del terror y la violencia su praxis como modo de presión-, aguardando con el día en que no haya más gobierno, porque el hombre será capaz de autogobernarse.

A 200 años de distancia, tal vez el marxismo no tenga razón ni posea la verdad, pero si el hombre carece de sueños y utopías termina vegetando, alienado porque existe muerto por dentro, tal y como lo está, en términos de Lipovetsky, la “sociedad vacía” de hoy: sin valores, principios ni mucho menos ideales de vida.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli

Al ilustre escritor y artista Carlos Bracho, por conservar a ultranza viva su fe y defensa del marxismo



No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, es su ser social lo que determina su conciencia

Karl Marx (1818-1883)


Cuando entre 1847 y 1848 Carlos Marx y Federico Engels iniciaron su texto “El Manifiesto del Partido Comunista” señalando: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma”, no imaginaron que a 170 años de distancia ese mismo fantasma seguiría estando acosado, no solo en Europa sino ahora en el mundo entero, por la guadaña mortífera del neoliberalismo, ensoberbecido desde que el marxismo sucumbió y se convirtió en un estertor del pasado, subsistiendo únicamente en la teoría almacenada en polvosos y añejos libros abandonados, descontinuados de los fondos bibliotecarios y librerías, emergiendo como espectro del ayer, de tanto en tanto, en alguna página electrónica perdida dentro del universo del mundo virtual.

De la misma manera, quién le hubiera dicho a la Iglesia, Hitler o Mussolini que llegaría el día en el que no se temería más al socialismo, al comunismo y, mucho menos, al marxismo. Imposible para ellos haber imaginado que hablar de Marx sería visto como estar “pasado de moda” o ser todo menos que un radical, al grado que “atreverse” a evocar al filósofo prusiano nacido el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, implicaría ser calificado de conservador, retardatario, “opositor al progreso”. Sí, pese a que Marx nos anunció en El Capital que el capitalismo estaba condenado a morir debido a las graves contradicciones que se agitaban en su interior, prueba de lo cual detonaron en Europa hace 50 años desde el seno mismo universitario las violentas luchas de mayo en 1968, el neoliberalismo terminó logrando lo que el capitalismo en sus tiempos mozos no pudo: desbancar al marxismo de su sitial, tras haber logrado empoderarse como dictador del rumbo de la economía global.

En mi experiencia personal, aunque no pertenecí a la emblemática Generación del 68, viví muy cerca la tragedia como hija de dos profesores universitarios a los que les tocó padecer la gesta estudiantil y la desaparición de muchos de sus alumnos en la Escuela Nacional Preparatoria: las primeras numerosas y escalofriantes desapariciones forzosas de la juventud con las que inició esta trágica espiral de violencia que azota a nuestro país y que, a décadas de distancia, hoy en día cobra día a día más víctimas al mismo tiempo que se vuelve más incomprensible, criminal y siniestra. Sin embargo, toda mi formación histórico-antropológica estuvo marcada por el sello del materialismo histórico. Creí en él porque al aplicar sus principios en la interpretación de los procesos históricos, era posible adentrarse científicamente en el pasado y comprender en consecuencia el presente en un intento, como lo soñó Marx, de avizorar el futuro, pero sigo creyendo en él y en su método de interpretación histórico. Pese a los cambios radicales que en el mundo han tenido lugar y a pesar de las acérrimas críticas en su contra, no temo pasar por demodé. La vigencia de sus principios sigue actual.

¿Qué ocurrió?El marxismo estaba destinado a fracasar porque el ser humano está aún muy lejos de poder saber y de querer vivir en una sociedad igualitaria. Por eso terminó siendo una utopía, una de las más grandes y sustentadas de la historia, sí, pero una más de entre las utopías milenarias en las que ha creído o querido creer la humanidad, pero de nada sirve que exista una gran y revolucionaria teoría si al ponerse ésta en práctica los intereses personales, ni se diga los de los deletéreos partidos, terminan imponiéndose sobre los del resto de la sociedad. Al mismo tiempo, quienes hicieron uso de él no respetaron la esencia de sus postulados y, en cambio, se valieron de ellos para incurrir en lo mismo que la teoría marxista condenó: acumular capital en unas cuantas manos favoreciendo la explotación de infinitas masas de desposeídos, los mismos de siempre, cuyas filas cada día crecen más mientras las cúpulas se hacen cada vez más pequeñas y su poder –económico, ideológico y, por supuesto político- mayor. El marxismo fue incapaz para contener las ambiciones. Por eso fracasó y ha sido tan duramente criticado, no solo por los oponentes ideológicos, sino por los propios marxistas. Los hombres no estuvimos a su altura para transformarnos y mucho menos a la sociedad. México es la prueba fehaciente, para tranquilidad de los grupos neoliberales que hoy nos dominan: no existe la izquierda y la que hubo murió hace mucho tiempo.

No obstante, pese a todo, aunque más escuálido y con menos adeptos, el fantasma del sueño marxista subsiste y sigue rondando, más que en voluntades, en contados corazones que anhelan con un mundo sin clases -como lo harían solo los auténticos anarquistas, no aquellos que hacen del terror y la violencia su praxis como modo de presión-, aguardando con el día en que no haya más gobierno, porque el hombre será capaz de autogobernarse.

A 200 años de distancia, tal vez el marxismo no tenga razón ni posea la verdad, pero si el hombre carece de sueños y utopías termina vegetando, alienado porque existe muerto por dentro, tal y como lo está, en términos de Lipovetsky, la “sociedad vacía” de hoy: sin valores, principios ni mucho menos ideales de vida.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli