/ domingo 13 de mayo de 2018

Las madres, Nuestro primer Gran Amor

Todavía hoy, por donde pasamos, a donde vamos, encontramos ecos de la celebración del Día de la Madre, el jueves pasado. Quizás sea la fecha más significativa del año, la que más nos emociona a quienes tenemos la fortuna de contar todavía con nuestra madre, y también la que más entristece a quienes caminan con esa ausencia.

No hay manera de no recordar a nuestra madre y en el recuerdo mismo va todo nuestro sentimiento, nuestro amor, nuestra alegría y nuestro sufrimiento si ya no está en este mundo, si está lejos o es imposible que en una fecha como el 10 de mayo podamos consentirla, apapacharla, como suele decirse.

La celebración nos lleva, desde luego, a miles de formas muy particulares de mostrar ese amor. Desde las tradicionales Mañanitas o serenatas hasta las grandes comilonas familiares, las flores, los enseres domésticos, incluso, las muy desafortunadas celebraciones que terminan más en problemas o penas para las propias festejadas porque los hijos se pasaron de copas o porque en el trajín del festejo ocurrió algo inesperado. Hay de todo.

Pero las madres o las mamás, y parece que una gran mayoría, no necesitan de tanta rumba o regalos para lograr momentos de felicidad con los hijos. Desde las que lo tienen todo hasta las que sobreviven con lo indispensable, les basta con ver a sus hijos saludables, estables, sin problemas para sentirse felices. Los hijos lo sabemos, lo percibimos.

Es cierto que pueden agradecer los regalos, los paseos, las comidas, las flores, pero ciertamente están más tranquilas si los hijos tienen buena salud, si trabajan honradamente, si han creado su propia familia estable o si ya crían a sus propios hijos al margen de las enfermedades y las tribulaciones de la vida.

Hay diversas encuestas realizadas entre madres de familia, tanto en nuestro país como en otros de Europa y Estados Unidos, que establecen las principales preocupaciones de las mamás: la salud de los hijos, el tiempo que puedan dedicarle a su crecimiento y educación y que sean felices.

Nuestras mamás, muy a la mexicana, nos resumen esas preocupaciones en una frase cuando les ofrecemos o le preguntamos qué quieren para festejar su día: ¡ay hijito (a), yo lo único que quiero es que estés bien! Y sí, como dijimos antes, su mayor satisfacción es que estemos bien y eso implica muchas cosas.

Menudean los datos sobre las adversidades que viven todos los días miles de madres de familia. Porque son madres solteras y tienen que desempeñar la función de papá y mamá. Porque no ganan lo suficiente para que sus hijos coman, vistan y estudien. Porque al no tener ingresos suficientes ni condiciones adecuadas, los hijos se les van o se involucran en actividades ilícitas.

En fin que, también sabemos, el festejo del Día de la Madre como lo anuncian las empresas que nos venden bienes y servicios para ellas termina siendo para un reducido número de madres. Quizás las más afortunadas, porque también cuenta y mucho la situación de crisis económica que padecemos.

Al final, y volvemos al inicio de estas líneas, los hijos no necesitamos hacer circo, maroma y teatro para hacerlas sentir felices. Si la tenemos con nosotros sólo hay que mirarla a los ojos, abrazarla con amor y gratitud. Y así, todos los días, sin importar que haya un día dedicado a festejarla.

Senador del PRI



Todavía hoy, por donde pasamos, a donde vamos, encontramos ecos de la celebración del Día de la Madre, el jueves pasado. Quizás sea la fecha más significativa del año, la que más nos emociona a quienes tenemos la fortuna de contar todavía con nuestra madre, y también la que más entristece a quienes caminan con esa ausencia.

No hay manera de no recordar a nuestra madre y en el recuerdo mismo va todo nuestro sentimiento, nuestro amor, nuestra alegría y nuestro sufrimiento si ya no está en este mundo, si está lejos o es imposible que en una fecha como el 10 de mayo podamos consentirla, apapacharla, como suele decirse.

La celebración nos lleva, desde luego, a miles de formas muy particulares de mostrar ese amor. Desde las tradicionales Mañanitas o serenatas hasta las grandes comilonas familiares, las flores, los enseres domésticos, incluso, las muy desafortunadas celebraciones que terminan más en problemas o penas para las propias festejadas porque los hijos se pasaron de copas o porque en el trajín del festejo ocurrió algo inesperado. Hay de todo.

Pero las madres o las mamás, y parece que una gran mayoría, no necesitan de tanta rumba o regalos para lograr momentos de felicidad con los hijos. Desde las que lo tienen todo hasta las que sobreviven con lo indispensable, les basta con ver a sus hijos saludables, estables, sin problemas para sentirse felices. Los hijos lo sabemos, lo percibimos.

Es cierto que pueden agradecer los regalos, los paseos, las comidas, las flores, pero ciertamente están más tranquilas si los hijos tienen buena salud, si trabajan honradamente, si han creado su propia familia estable o si ya crían a sus propios hijos al margen de las enfermedades y las tribulaciones de la vida.

Hay diversas encuestas realizadas entre madres de familia, tanto en nuestro país como en otros de Europa y Estados Unidos, que establecen las principales preocupaciones de las mamás: la salud de los hijos, el tiempo que puedan dedicarle a su crecimiento y educación y que sean felices.

Nuestras mamás, muy a la mexicana, nos resumen esas preocupaciones en una frase cuando les ofrecemos o le preguntamos qué quieren para festejar su día: ¡ay hijito (a), yo lo único que quiero es que estés bien! Y sí, como dijimos antes, su mayor satisfacción es que estemos bien y eso implica muchas cosas.

Menudean los datos sobre las adversidades que viven todos los días miles de madres de familia. Porque son madres solteras y tienen que desempeñar la función de papá y mamá. Porque no ganan lo suficiente para que sus hijos coman, vistan y estudien. Porque al no tener ingresos suficientes ni condiciones adecuadas, los hijos se les van o se involucran en actividades ilícitas.

En fin que, también sabemos, el festejo del Día de la Madre como lo anuncian las empresas que nos venden bienes y servicios para ellas termina siendo para un reducido número de madres. Quizás las más afortunadas, porque también cuenta y mucho la situación de crisis económica que padecemos.

Al final, y volvemos al inicio de estas líneas, los hijos no necesitamos hacer circo, maroma y teatro para hacerlas sentir felices. Si la tenemos con nosotros sólo hay que mirarla a los ojos, abrazarla con amor y gratitud. Y así, todos los días, sin importar que haya un día dedicado a festejarla.

Senador del PRI