/ domingo 11 de febrero de 2018

Maremínimum

1.-       Como un amargo cucharón de cianuro nos ha pasado el periodo de precampañas que toca su fin, y no respiramos más que el fugaz desahogo de una espesa estela de azufre destilado que al paso ha dejado, en éste que amenaza ser el mordaz invierno de nuestro infortunio. Estéril y carente por completo de generosidad y nobleza; de compasión, solidaridad y tolerancia; de fraternidad, empatía y comprensión, el mensaje que han transmitido los candidatos sólo ha sembrado inquina y escarnio hacia la vida pública; teñido de insultos e invectiva, se ha reducido al ataque vil y burdo, y lejos de inspirar la menor simpatía, quedó coagulado en la infamia y el descrédito que en nada contribuyen, ni a que la sociedad se reconozca en ellos, ni a que nadie salga a votar.

2.-       Han tirado a la calle la valiosa ocasión de exaltar el respeto a la ley, los valores de la Patria, el orgullo de ser mexicanos; el ciño a la democracia como forma de vida, el núcleo básico de la familia, el amor a los hijos, la reverencia a los padres, la empatía entre hermanos. Y sin el mínimo pudor ni recato hacia la ciudadanía que aspiran a representar, los postulantes se han dejado llevar por el mantra de un temerario que únicamente convoca a la división, predica el desencuentro y lucra con la disolución social con que marca la agenda nacional. Un aventurero que prostituye y conculca las instituciones democráticas a través del voto popular, y sigue estuprando a la mayoría.

3.-       Es imposible disociar la campaña obtusa y subversiva del impostor permanente, del clima aterrador de violencia que se ha desatado en México en meses recientes: la intimidación verbal que instiga con su demagogia ha inflamado ya los instintos violentos de la desesperación, que recurre a la agresión y al crimen para desfogar su ira. Y contrario a un proceso en que el pueblo deposita el mandato de gobernarlo al que cree el mejor, estará aquí asumiendo toda la culpa de entregar la soberanía de la nación a un zafio farisaico que le enajenará el bien supremo de su libertad.

4.-       No es el ridículo de sus collares y sus coronas de rosas, llevado al extremo del penacho; sus tropiezos al hablar ni los augurios ominosos sobre lo que nos pueda traer; es la crápula de que se rodea, incluida su ideóloga de bolsillo, y el daño que ya ha infligido a la cohesión social, y el perjuicio que ha causado a la economía del país por todo lo que ha dejado de hacerse y el progreso que nos ha eludido. Ha mancillado la palabra y subvertido el significado de pragmatismo hasta volverlo epítome de su oportunismo en lugar de doctrina filosófica opuesta al dogmatismo de la teoría. Falta respondernos no qué clase de líder sino qué clase de ciudadanos son los que se dejan arrastrar por ese líder. De existir una injerencia rusa, además, él sería el último en enterarse.

5.-       Aparte. El 8 de febrero se han cumplido tres años de la partida de Don Mario, y no todos lo olvidamos. Algunos rendimos un sentido tributo a la memoria de un hacedor y un líder que hizo el bien a los demás y a México, en la impronta indeleble –entre tantas-, de la forja de un emporio editorial como éste. ¡Hasta siempre, Vázquez Raña!

camilo@kawage.com

1.-       Como un amargo cucharón de cianuro nos ha pasado el periodo de precampañas que toca su fin, y no respiramos más que el fugaz desahogo de una espesa estela de azufre destilado que al paso ha dejado, en éste que amenaza ser el mordaz invierno de nuestro infortunio. Estéril y carente por completo de generosidad y nobleza; de compasión, solidaridad y tolerancia; de fraternidad, empatía y comprensión, el mensaje que han transmitido los candidatos sólo ha sembrado inquina y escarnio hacia la vida pública; teñido de insultos e invectiva, se ha reducido al ataque vil y burdo, y lejos de inspirar la menor simpatía, quedó coagulado en la infamia y el descrédito que en nada contribuyen, ni a que la sociedad se reconozca en ellos, ni a que nadie salga a votar.

2.-       Han tirado a la calle la valiosa ocasión de exaltar el respeto a la ley, los valores de la Patria, el orgullo de ser mexicanos; el ciño a la democracia como forma de vida, el núcleo básico de la familia, el amor a los hijos, la reverencia a los padres, la empatía entre hermanos. Y sin el mínimo pudor ni recato hacia la ciudadanía que aspiran a representar, los postulantes se han dejado llevar por el mantra de un temerario que únicamente convoca a la división, predica el desencuentro y lucra con la disolución social con que marca la agenda nacional. Un aventurero que prostituye y conculca las instituciones democráticas a través del voto popular, y sigue estuprando a la mayoría.

3.-       Es imposible disociar la campaña obtusa y subversiva del impostor permanente, del clima aterrador de violencia que se ha desatado en México en meses recientes: la intimidación verbal que instiga con su demagogia ha inflamado ya los instintos violentos de la desesperación, que recurre a la agresión y al crimen para desfogar su ira. Y contrario a un proceso en que el pueblo deposita el mandato de gobernarlo al que cree el mejor, estará aquí asumiendo toda la culpa de entregar la soberanía de la nación a un zafio farisaico que le enajenará el bien supremo de su libertad.

4.-       No es el ridículo de sus collares y sus coronas de rosas, llevado al extremo del penacho; sus tropiezos al hablar ni los augurios ominosos sobre lo que nos pueda traer; es la crápula de que se rodea, incluida su ideóloga de bolsillo, y el daño que ya ha infligido a la cohesión social, y el perjuicio que ha causado a la economía del país por todo lo que ha dejado de hacerse y el progreso que nos ha eludido. Ha mancillado la palabra y subvertido el significado de pragmatismo hasta volverlo epítome de su oportunismo en lugar de doctrina filosófica opuesta al dogmatismo de la teoría. Falta respondernos no qué clase de líder sino qué clase de ciudadanos son los que se dejan arrastrar por ese líder. De existir una injerencia rusa, además, él sería el último en enterarse.

5.-       Aparte. El 8 de febrero se han cumplido tres años de la partida de Don Mario, y no todos lo olvidamos. Algunos rendimos un sentido tributo a la memoria de un hacedor y un líder que hizo el bien a los demás y a México, en la impronta indeleble –entre tantas-, de la forja de un emporio editorial como éste. ¡Hasta siempre, Vázquez Raña!

camilo@kawage.com

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