La 4ta. Transformación es un proyecto radical. Incluye la redefinición de conceptos e ideas; y quizás, el cambio más importante está siendo, en la práctica, el concepto de poder. Ya no se trata —como fue en anteriores gobiernos— de buscar un cargo público y servirse de él para extraer y robar los recursos que son de todos. Ahora, el sentido del poder público es servir al pueblo de México, con ética y responsabilidad política.
El sorprendente triunfo de Morena sólo puede explicarse bajo la guía y la genial conducción de nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador. Su absoluta congruencia y capacidad de comunicarse directamente con el pueblo, así como la de saber sintetizar el interés de todos, fue la plataforma electoral que nos llevó al triunfo. Morena representaba los más sentidos anhelos de esta patria tan herida por la corrupción y el mal gobierno.
Sería muy doloroso ahora que, ante el fracaso de la política en Morena, Andrés Manuel volviera a preferir renunciar a su partido —como ya lo hizo del PRD— antes que traicionar sus ideales y ser cómplice de terribles actos de corrupción y prácticas engañosas y sucias. Eso que para muchos era como “un suicidio político”, en realidad fue la semilla que germinó en el nuevo partido político que hoy está en el poder. En un sistema que estaba dominado por la corrupción, reconfigurar los valores y la ética de la política y del partido es algo que la gente desea y ya sabe reconocer muy bien. La honestidad y la congruencia son dos aspectos fundamentales de esta transformación. La gente votó por un proyecto alternativo de nación y por quienes lo representamos genuinamente. La gente no necesariamente votó por Morena como un partido aislado de quienes lo vivimos como el espacio en que podría cocinarse la base la 4ta. Transformación. Eso es lo que parece no quedarles muy claro a algunas corrientes integrantes que están traicionando los más altos ideales de este proyecto.
En el proceso de renovación de órganos partidarios —si se quiere sobrevivir como partido—, debemos demostrar que estamos a la altura de las circunstancias. Y quienes careciendo de honestidad y ética están pretendiendo apoderarse de él para usarlo como herramienta para el regreso de un poder corrupto y vulgarmente ambicioso, reventando asambleas con violencia y amenazas brutales, tendrán que toparse, tarde o temprano, con la figura del líder moral de este movimiento: el presidente Andrés Manuel López Obrador. Él no sólo nos llevó al poder, sino que debe comprender bien que él mismo es una pieza fundamental en la reconstrucción de esta nueva nación. Otra cosa sería dejarnos en la orfandad y la indefensión, presas de los más vulgares y ambiciosos entrometidos en Morena, que disfrazados con piel de oveja, están siendo el cáncer que puede acabar con este partido.
Muchos compañeros hemos luchado juntos desde hace ya varias décadas. Hemos vivido derrotas y muchos desánimos también. Pero, tal vez, nada tan grande y tan importante como esta batalla. Son muchas las fuerzas que pretenden —ahora también desde adentro— acabar con nuestro proyecto. Y aunque las cosas han cambiado y ya no somos oposición, reconstruir con responsabilidad es nuestro gran desafío.
En el proceso electoral, nos dejamos guiar por nuestro presidente, y sólo así se logró el triunfo en las urnas. Hemos avanzado en la lucha, pero es indispensable que no nos gane la soberbia y la ambición. Sigámonos rigiendo por sus consejos y ejemplos. Me sorprende oír a personas, funcionarios y hasta diputados que piensan que antes eran válidos estos consejos y ahora no. Si Andrés nos sugiere que la elección sea por encuesta, vayamos por dicha encuesta. Ésa es la solución.
Era muy difícil prever las consecuencias de los cambios tan vertiginosos que ha habido en Morena. Nuestros mismos estatutos no estaban preparados ni diseñados para todo esto. No sabíamos cómo ser un partido en el poder. Están diseñados para otra dinámica, para ser oposición; y es por ello que, ante la imposibilidad de lograr consensos en su interpretación, hemos tenido que recurrir al tribunal. Es impostergable ya hacer los cambios necesarios. Pero antes que nada, necesitamos una profunda reflexión de lo que significa ser un partido en el poder y trasladarlo a nuestros estatutos.
Yo hago hoy un fuerte llamado a nuestros compañeros de lucha. No podemos caer en vanos y vacíos pretextos para desoír a nuestro líder. Nosotros queremos un cambio verdadero y no un cambio para que nada cambie en realidad. No repitamos los esquemas y prácticas que tanto criticamos. Buscamos ya la democratización en todos los cambios de dirigencias. Prediquemos con el ejemplo en nuestro propio partido.
Por mucho tiempo, nos dolimos del uso faccioso de los recursos públicos para ambiciones personales o de grupo. Es increíble que, hoy, los propios “morenistas” estén en la brutal tentación de hacerlo. Sólo es muy importante que recuerden bien que todo ha cambiado; actualmente, el fraude electoral es un delito que implica prisión oficiosa. Modificamos la Constitución para que eso quedara más claro que nunca.
Vamos por un proceso de renovación de la dirigencia. La mayoría queremos seguir el consejo de quien nos ha llevado al máximo triunfo que un partido puede tener. Démosle hoy un profundo sentido a esa memorable e inolvidable consigna: “Es un honor estar con Obrador”. Presidente, ayúdanos por favor
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Diputada Federal