La justicia es un concepto que no tiene significado concreto. Esto es triste, pero en cierta medida es lo más honesto que se puede decir. En tiempos de Aristóteles se creó un concepto de justicia y, a partir de entonces, miles de autores han tratado de aportar algo a ese concepto. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el concepto está hueco en la realidad.
Lo importante de los conceptos es que nos ayuden en la vida real, sin embargo, el concepto de justicia no le está ayudando a la realidad, y es éste el problema. Las definiciones de justicia son abstractas, poéticas, necesitan de otros conceptos para entenderse, se acomodan según quien la invoque, y la latitud donde se invoque. Por ejemplo, en ciertos países se considera justo que el matrimonio se disuelva por la sola voluntad del hombre, en otros países la pena de muerte es permitida y en nuestro país una pena de cien años de prisión es justa -o- por lo menos constitucional.
El problema del concepto justicia lo heredamos de los romanos, que a su vez lo habían tomado de los griegos y llegó a México hace casi 600 años. En nuestro derecho, la justicia ha servido para respaldar cualquier cantidad de arbitrariedades que encuentran algún referente en el concepto. No hemos aprendido que el concepto tiene que ser útil y servir a los ciudadanos.
Una manera de entender a la justicia es como una herramienta para resolver los problemas comunes a través de la ley y así, mantener a la sociedad en paz. Una persona que es víctima de un fraude quiere su dinero de vuelta y espera que el sistema obligue al defraudador a devolverle su dinero. El problema es que nuestro sistema no lo está logrando. Los ciudadanos somos víctimas de arbitrariedades que las instituciones no están reparando, lo que genera inestabilidad social, al grado de linchamientos o actos individuales de justicia por propia mano. Aquí la importancia de las personas encargadas de aplicar la ley.
Los problemas sociales surgen de manera cotidiana, estos deberían de ingresar al entramado institucional y éste debería generar una solución legal que favorezca la paz social. El problema es que la paz social depende de que la resolución sea vista como justa y esa percepción depende a su vez de esa conceptualización veleidosa de justicia. La importancia de conjugar la legalidad y la paz social se debe a la necesidad de que existan reglas de juego que empaten con las necesidades de una comunidad y sean legítimas. La respuesta legal y de paz social debe ver que esa solución ayudará a mantener orden en el futuro.
Los jueces no imparten justicia. Dan resolución legal a una controversia. El problema es que el concepto justicia genera expectativas abstractas, poéticas, morales y generales en las personas que acuden ante los jueces, sería más honesto cambiarle el nombre a los tribunales, para llamarlos Poder Judicial de Aplicación de Leyes. En suma a todos los problemas mencionados, la justicia se conjuga más con política y percepciones específicas que con paz social. Muchas resoluciones judiciales se toman con miras a obtener poder o beneficios de la clase en el poder, que con miras a la paz socialo a la justicia.
Por ello, en algunas latitudes se dice que los jueces son los creadores de la paz social. Aquellos jueces que resuelven los problemas cotidianos ayudan a crear una sociedad en paz. Incluso una resolución judicial que enoja a un sector de la sociedad en el momento, pero que garantiza mayor paz social es una buena decisión, tal y como pasa con la decisión de la Corte en matrimonios del mismo sexo. Las personas deberíamos saber que no existe esa justicia perfecta, intachable, moral y poética. Existe la ley y esa se debe discutir, valorar, pero siempre respetar.