/ domingo 27 de agosto de 2017

Vértigo sobre el tabique

1.- Jugar a la mala en alta política rara vez ha beneficiado a nadie. Los líderes que así operan acaban por perder, y con ellos sus prosélitos, sus cercanos y al final sus propios partidos cargan con la cuenta de cálculos mal formulados, estrategias fallidas o expresiones a gran escala de una megalomanía desorbitada y perniciosa para todo el proyecto. Los truquillos y triquiñuelas a que se recurre en los planos menores, a la hora de decidir la candidatura a la Presidencia de la República del segundo partido político más importante de México no tienen lugar, son navaja de muchos filos y desde luego el partido pierde, justo lo que los adversarios ganan, lo que hace aún más grave y costosa la aventura unipersonal.

2.- Entre otras muchas cosas que no quiere entender, el presidente del PAN no ha entendido que con su pueril testarudez no ganan, ni él ni sus simpatizantes, ni el partido ni los panistas y, al principio, no gana el País al que con tanto piadoso fervor dice servir. Su terquedad de ser jefe del partido; de todos los órganos de decisión; controlador de los dineros; acaparador de la publicidad oficial, y además candidato presidencial lo están llevando no a él, que es lo de menos, al propio partido y a la enorme base de panistas de México, al sumidero de la desunión, la frustración y el chasco de la derrota.

3.- Otra directriz que no entiende este político que fue tan sorprendente y promisorio hace tan poco tiempo, es que el objetivo del PAN no es la aniquilación del PRI –salve sea la hora para su partido- sino precisamente vencer a López Obrador. Olvida o peor, desconoce, que todavía existe una cosa que se llama interés superior de la Nación, del que el PAN ha sido por designio fundador un propulsor decidido y unívoco, y que en ese principio coincide con el derrotero priista originario. El joven líder abjura de esa premisa que le puede sumar, perdido como está buscándose la cola.

4.- Debería considerar la debacle que sufrió el partido mayoritario cuando su dirigente hizo con él hace apenas once años lo que él opera actualmente para apropiarse del PAN y de la postulación. Y los dos fracasos consecutivos de una candidata a la presidencia primero, y al estado de México después, derrotas que si tuviera temple, podría utilizarlas para fortalecer ese factor nucleico de una organización política que es la unidad. Al hacer exactamente lo contrario, cercena esa unidad y traiciona el propósito, la doctrina y la filosofía panista –tal como hicieron varios de sus antecesores inmediatos en aras del poder por poder-. Y cree que vale tanto como para erguirse en víctima de lo que llama una infamia periodística ordenada desde el gobierno.

5.- También le hace falta al líder panista algo más que retórica de pueblo para reparar en que lo que más se parece con su actitud es al caudillo radical, con la diferencia que a éste aún le quedan unas cuatro campañas presidenciales y a él se le acaba la carrera el año que entra. López Obrador se acerca un palmo más a instaurar su propia asamblea constituyente al estilo Maduro, si alguien dudaba quién sería la defensora de su soberanía para regir la capital en su Delci Rodríguez personal. Al panista le avendría, si tuviera más talante que la chispa de un cerillo, revisar un poco la historia de su partido, mezclarse entre los suyos y los que no lo son, y bajarse del tabique.

6.- Con la fractura que le ha infligido el engreído líder, con penas podrá el PAN acrecer a una fina persona a la categoría de candidata a la Presidencia de la República, y eleva el riesgo de hacer caer a su partido a un ominoso quinto lugar -otra vez-.

 

camilo@kawage.com

1.- Jugar a la mala en alta política rara vez ha beneficiado a nadie. Los líderes que así operan acaban por perder, y con ellos sus prosélitos, sus cercanos y al final sus propios partidos cargan con la cuenta de cálculos mal formulados, estrategias fallidas o expresiones a gran escala de una megalomanía desorbitada y perniciosa para todo el proyecto. Los truquillos y triquiñuelas a que se recurre en los planos menores, a la hora de decidir la candidatura a la Presidencia de la República del segundo partido político más importante de México no tienen lugar, son navaja de muchos filos y desde luego el partido pierde, justo lo que los adversarios ganan, lo que hace aún más grave y costosa la aventura unipersonal.

2.- Entre otras muchas cosas que no quiere entender, el presidente del PAN no ha entendido que con su pueril testarudez no ganan, ni él ni sus simpatizantes, ni el partido ni los panistas y, al principio, no gana el País al que con tanto piadoso fervor dice servir. Su terquedad de ser jefe del partido; de todos los órganos de decisión; controlador de los dineros; acaparador de la publicidad oficial, y además candidato presidencial lo están llevando no a él, que es lo de menos, al propio partido y a la enorme base de panistas de México, al sumidero de la desunión, la frustración y el chasco de la derrota.

3.- Otra directriz que no entiende este político que fue tan sorprendente y promisorio hace tan poco tiempo, es que el objetivo del PAN no es la aniquilación del PRI –salve sea la hora para su partido- sino precisamente vencer a López Obrador. Olvida o peor, desconoce, que todavía existe una cosa que se llama interés superior de la Nación, del que el PAN ha sido por designio fundador un propulsor decidido y unívoco, y que en ese principio coincide con el derrotero priista originario. El joven líder abjura de esa premisa que le puede sumar, perdido como está buscándose la cola.

4.- Debería considerar la debacle que sufrió el partido mayoritario cuando su dirigente hizo con él hace apenas once años lo que él opera actualmente para apropiarse del PAN y de la postulación. Y los dos fracasos consecutivos de una candidata a la presidencia primero, y al estado de México después, derrotas que si tuviera temple, podría utilizarlas para fortalecer ese factor nucleico de una organización política que es la unidad. Al hacer exactamente lo contrario, cercena esa unidad y traiciona el propósito, la doctrina y la filosofía panista –tal como hicieron varios de sus antecesores inmediatos en aras del poder por poder-. Y cree que vale tanto como para erguirse en víctima de lo que llama una infamia periodística ordenada desde el gobierno.

5.- También le hace falta al líder panista algo más que retórica de pueblo para reparar en que lo que más se parece con su actitud es al caudillo radical, con la diferencia que a éste aún le quedan unas cuatro campañas presidenciales y a él se le acaba la carrera el año que entra. López Obrador se acerca un palmo más a instaurar su propia asamblea constituyente al estilo Maduro, si alguien dudaba quién sería la defensora de su soberanía para regir la capital en su Delci Rodríguez personal. Al panista le avendría, si tuviera más talante que la chispa de un cerillo, revisar un poco la historia de su partido, mezclarse entre los suyos y los que no lo son, y bajarse del tabique.

6.- Con la fractura que le ha infligido el engreído líder, con penas podrá el PAN acrecer a una fina persona a la categoría de candidata a la Presidencia de la República, y eleva el riesgo de hacer caer a su partido a un ominoso quinto lugar -otra vez-.

 

camilo@kawage.com

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