/ jueves 14 de enero de 2021

Cambiar el presente a través de nuestras voces

Por: Norma Palacios

De un día para otro, muchas de nuestras compañeras se quedaron sin trabajo. Notamos que la desigualdad e informalidad de los trabajos precarios se vieron más evidenciadas por un entorno de incertidumbre y miedo.

Entre los derechos humanos se encuentran el derecho a la no discriminación, a la igualdad entre hombres y mujeres, al trabajo y a la seguridad social. Las trabajadoras del hogar en México, sin embargo, no gozamos plenamente de estos derechos, aun con los grandes avances que logramos en 2019: la reforma al capítulo Xlll de la Ley Federal del Trabajo, el Programa Piloto de Seguridad Social para Personas Trabajadoras del Hogar y, finalmente, la ratificación del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Todos los días, en el Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (SINACTRAHO) escuchamos a nuestras compañeras narrar que nuestro trabajo todavía no es reconocido como trabajo. Sus empleadores les dicen que no tienen derecho a nada, las despiden después de muchos años sin más que un “Gracias, te queremos mucho” o les dicen que tienen que ser agradecidas porque les han regalado muchas cosas, las han ayudado mucho o por el simple hecho de darles trabajo. Escuchamos que las acusan de robo sin ninguna consideración. Les dicen que no pueden comer la misma comida que ellos o que deben ingresar por una puerta distinta a la principal. Nos relatan que en muchas ocasiones trabajan jornadas de más de ocho horas sin el pago de horas extras o, incluso, sin que les den alimento o un vaso de agua. Algunas de ellas, por la edad, se ven afectadas en su salud y son despedidas.

Muchos empleadores no conocen nada de las personas trabajadoras del hogar que laboran en sus casas, sólo conocen su nombre o su apodo, pero, eso sí, les exigen puntualidad, compromiso, trabajo bien hecho, honestidad, confianza y saber hacer de todo. Desconocen que, para cumplir y llegar a tiempo, las trabajadoras realizan trayectos largos. Algunas trabajadoras sufren de acoso y violencia, no importa si son de planta, de entrada por salida o migrantes.

No pasan muchos días y escuchamos nuevamente a otra compañera describir cómo la obligaron a firmar su renuncia, eso sí, con el abogado de los empleadores presente, intimidada o amenazada. Conocemos casos de compañeras que han sido corridas y sacadas a la calle a altas horas de la noche, en algunas ocasiones sin siquiera darles oportunidad de poder llevarse sus pertenencias; se les exhibe con los vigilantes de las unidades habitacionales donde laboran y, como un fenómeno nuevo, también en las redes sociales.

Todas estas situaciones parecen irreales o que no suceden, sin embargo, tienen un rostro, un nombre, una historia. Además, existe mucho miedo de hablar o denunciar. Si no logramos que se reconozcan los derechos laborales de manera efectiva y real, si no terminamos con la desigualdad y la discriminación hacia nosotras las personas trabajadoras del hogar, si no erradicamos el trabajo precario e informal, si no acabamos con el racismo y el clasismo, y si no se realiza un cambio profundo en la sociedad -incluidos empleadores, trabajadoras del hogar y gobierno- seguiremos escuchando y siendo testigos de las mismas historias, solo que de la voz de otras mujeres.

La pandemia de COVID-19 ha dificultado más la situación laboral de nuestras compañeras trabajadoras del hogar, ya sea porque las obligaron a quedarse en el trabajo o porque las despidieron o descansaron sin sueldo. En cualquier caso, estas situaciones les trajeron más complicaciones económicas. Si perdieron su empleo, también perdieron su ingreso económico y encontraron dificultades para el pago de servicios como renta, alimentación, salud y manutención de su familia.

Tener un espacio donde ellas puedan expresar lo que están viviendo y lo que sienten es importante, un espacio donde manifiesten su frustración, tristeza, desesperación, impotencia e incertidumbre. Leer sus testimonios nos ayuda a visibilizar los problemas que enfrentan a diario y su voz es un llamado urgente para avanzar en el reconocimiento pleno de sus derechos humanos laborales.

Finalmente, seguiremos insistiendo en la importancia de que como personas trabajadoras debemos fortalecer la organización y representación que hace el SINACTRAHO, para que las trabajadoras del hogar se transformen y entiendan que, a través del compromiso, compañerismo, conocimiento y poder de decisión, colectivamente se logran cambios profundos.

(Este artículo forma parte del cuaderno digital Nuestras voces cuentan. Historias de trabajadoras del hogar durante la pandemia de COVID-19, publicado por Nosotrxs con testimonios de trabajadoras del hogar durante la pandemia, historias de muchas de estas mujeres que nos cuidan)






Secretaria Colegiada del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar

@NosotrxsMX

Facebook: @NosotrxsMX


Por: Norma Palacios

De un día para otro, muchas de nuestras compañeras se quedaron sin trabajo. Notamos que la desigualdad e informalidad de los trabajos precarios se vieron más evidenciadas por un entorno de incertidumbre y miedo.

Entre los derechos humanos se encuentran el derecho a la no discriminación, a la igualdad entre hombres y mujeres, al trabajo y a la seguridad social. Las trabajadoras del hogar en México, sin embargo, no gozamos plenamente de estos derechos, aun con los grandes avances que logramos en 2019: la reforma al capítulo Xlll de la Ley Federal del Trabajo, el Programa Piloto de Seguridad Social para Personas Trabajadoras del Hogar y, finalmente, la ratificación del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Todos los días, en el Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (SINACTRAHO) escuchamos a nuestras compañeras narrar que nuestro trabajo todavía no es reconocido como trabajo. Sus empleadores les dicen que no tienen derecho a nada, las despiden después de muchos años sin más que un “Gracias, te queremos mucho” o les dicen que tienen que ser agradecidas porque les han regalado muchas cosas, las han ayudado mucho o por el simple hecho de darles trabajo. Escuchamos que las acusan de robo sin ninguna consideración. Les dicen que no pueden comer la misma comida que ellos o que deben ingresar por una puerta distinta a la principal. Nos relatan que en muchas ocasiones trabajan jornadas de más de ocho horas sin el pago de horas extras o, incluso, sin que les den alimento o un vaso de agua. Algunas de ellas, por la edad, se ven afectadas en su salud y son despedidas.

Muchos empleadores no conocen nada de las personas trabajadoras del hogar que laboran en sus casas, sólo conocen su nombre o su apodo, pero, eso sí, les exigen puntualidad, compromiso, trabajo bien hecho, honestidad, confianza y saber hacer de todo. Desconocen que, para cumplir y llegar a tiempo, las trabajadoras realizan trayectos largos. Algunas trabajadoras sufren de acoso y violencia, no importa si son de planta, de entrada por salida o migrantes.

No pasan muchos días y escuchamos nuevamente a otra compañera describir cómo la obligaron a firmar su renuncia, eso sí, con el abogado de los empleadores presente, intimidada o amenazada. Conocemos casos de compañeras que han sido corridas y sacadas a la calle a altas horas de la noche, en algunas ocasiones sin siquiera darles oportunidad de poder llevarse sus pertenencias; se les exhibe con los vigilantes de las unidades habitacionales donde laboran y, como un fenómeno nuevo, también en las redes sociales.

Todas estas situaciones parecen irreales o que no suceden, sin embargo, tienen un rostro, un nombre, una historia. Además, existe mucho miedo de hablar o denunciar. Si no logramos que se reconozcan los derechos laborales de manera efectiva y real, si no terminamos con la desigualdad y la discriminación hacia nosotras las personas trabajadoras del hogar, si no erradicamos el trabajo precario e informal, si no acabamos con el racismo y el clasismo, y si no se realiza un cambio profundo en la sociedad -incluidos empleadores, trabajadoras del hogar y gobierno- seguiremos escuchando y siendo testigos de las mismas historias, solo que de la voz de otras mujeres.

La pandemia de COVID-19 ha dificultado más la situación laboral de nuestras compañeras trabajadoras del hogar, ya sea porque las obligaron a quedarse en el trabajo o porque las despidieron o descansaron sin sueldo. En cualquier caso, estas situaciones les trajeron más complicaciones económicas. Si perdieron su empleo, también perdieron su ingreso económico y encontraron dificultades para el pago de servicios como renta, alimentación, salud y manutención de su familia.

Tener un espacio donde ellas puedan expresar lo que están viviendo y lo que sienten es importante, un espacio donde manifiesten su frustración, tristeza, desesperación, impotencia e incertidumbre. Leer sus testimonios nos ayuda a visibilizar los problemas que enfrentan a diario y su voz es un llamado urgente para avanzar en el reconocimiento pleno de sus derechos humanos laborales.

Finalmente, seguiremos insistiendo en la importancia de que como personas trabajadoras debemos fortalecer la organización y representación que hace el SINACTRAHO, para que las trabajadoras del hogar se transformen y entiendan que, a través del compromiso, compañerismo, conocimiento y poder de decisión, colectivamente se logran cambios profundos.

(Este artículo forma parte del cuaderno digital Nuestras voces cuentan. Historias de trabajadoras del hogar durante la pandemia de COVID-19, publicado por Nosotrxs con testimonios de trabajadoras del hogar durante la pandemia, historias de muchas de estas mujeres que nos cuidan)






Secretaria Colegiada del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar

@NosotrxsMX

Facebook: @NosotrxsMX