/ domingo 15 de abril de 2018

Educar en la verdad para transformar al mundo

Educar en la verdad para transformar al mundo


El siglo XX fue un siglo de grandes transformaciones en todos los niveles, lo mismo económicos, políticos, sociales, ideológicos que culturales. Centuria en la que confluyeron algunos de los más trascendentes avances científicos y tecnológicos de todos los tiempos, hasta hacer de nuestro planeta una gran comunidad en la que no hay prácticamente un sitio vedado al hombre, a partir de que el ser humano se ha encumbrado como el amo y señor del globo terráqueo. Sin embargo, este proceso no ha estado exento de suscitar grandes contradicciones, desde el momento en que entre más se ha extendido y fortalecido el capitalismo como sistema económico mundial, la miseria y el atraso han agobiado y sobreexplotado, como nunca antes en la historia, a los pueblos subdesarrollados. Es el caso de Latinoamérica, cuyos servicios educativos son insuficientes y obsoletos frente al poderío del sistema de dominación existente, hoy mejor conocido como neoliberalismo.

Etimológicamente hablando, educar significa conducir, dirigir. Sin embargo, cuando dentro de un contexto determinado, como es el actual, la educación deviene en un proceso por el que el individuo queda sujeto a los intereses de un determinado grupo social dominante e ideológicamente definido, la propia educación se convierte en el más eficaz medio de control social. Una prueba de ello la tenemos, por ejemplo, cuando la educación deja de ser vía idónea para la movilidad social y, en cambio, se convierte en agente de la dominación, truncando toda posibilidad de liberación a través de ella desde el momento en que se convierte en mecanismo proclive para perpetuar las diferencias estructurales. Así, un rasgo característico de los distintos sistemas educativos latinoamericanos ha sido su inoperancia ante la demanda creciente, al conjugarse deserción, retraso y fracaso escolar como los más graves problemas que enfrenta la educación en América Latina.

Por otra parte, de nada sirve que en países pobres, el Estado invierta grandes cantidades de recursos, siempre insuficientes, si el sistema educativo es desigual y no puede abatir los factores socioeconómicos que orillan al educando a abandonar sus estudios o a subemplearse al término de los mismos, ante la falta total de oportunidades para su desarrollo e inserción en el mercado laboral. De ahí la importancia de lo que Paulo Freire señalaba en su obra Pedagogía de los Oprimidos: alfabetizar, decía, “es sinónimo de concientizar, es la creación del cambio de la mentalidad oprimida a la mentalidad libre en la que el hombre se ubica en la naturaleza y en la sociedad, en la que desarrolla su capacidad crítica para analizar causas y consecuencias y para además tomar cursos de acción que la transformen”.

En la actualidad, México está inscrito dentro de ese mismo marco y tiene los mismos problemas, solo que agudizados, que presenta el resto del sistema educativo latinoamericano. Desde 1920 la educación fue pilar de los proyectos ideológicos del Estado y escenario de la lucha entre las tensiones sociales. La explosión demográfica detonada en los años 40 generará una fuerte presión que hará necesario para los 50 la masificación de la educación en el nivel básico. Sin embargo, el crecimiento del sistema educativo nacional no irá acorde con la democratización educativa ni mucho menos con el abatimiento del analfabetismo. Lejos de ello, la desigualdad de oportunidades se agudizará sin que las nuevas posibilidades de escolarización modifiquen las determinaciones de clase a las que está supeditado el acceso académico. La elevación en el número de profesionales titulados no conllevará mejora alguna en la calidad de vida. De nada servirá el incremento en las cifras de egresados si el mercado laboral y las oportunidades de desarrollo profesional no crecen a la par y, en cambio, se catapultan los índices del subempleo y de la emigración profesional al extranjero, desperdiciándose así no solo capital humano sino también la inversión social y estatal que se hizo para su formación.

Más aún, a casi un siglo de haber sido fundada la Secretaría de Educación Pública, la crisis por la que atraviesa el sector educativo es espeluznante, sobre todo luego de cincuenta años de alienación educativa. Tras el movimiento estudiantil del 68, el Estado temió una politización futura de dicho sector, olvidando que ninguna acción educativa que se precie de serlo puede dejar de ser política -de la misma forma que la verdadera política es pedagógica- y dejó morir al normalismo, abandonó y estigmatizó a los maestros, fomentó la lucha intersindical y permitió que la educación fuera secuestrada por intereses ajenos totalmente a su función social. Proceso que ha ido de la mano junto con el de la desnacionalización ideológica de nuestra sociedad y con la atroz pérdida de valores que hoy enfrentamos.

Nuestro reto hoy es luchar por aniquilar la alienación, es luchar porque la educación no sea más instrumento de la dominación cupular nacional y extranjera, es luchar por enseñar en la verdad. Un sueño, sí, pero solo las grandes transformaciones de la humanidad han comenzado siendo eso: un sueño antes de ser realidad.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli

Educar en la verdad para transformar al mundo


El siglo XX fue un siglo de grandes transformaciones en todos los niveles, lo mismo económicos, políticos, sociales, ideológicos que culturales. Centuria en la que confluyeron algunos de los más trascendentes avances científicos y tecnológicos de todos los tiempos, hasta hacer de nuestro planeta una gran comunidad en la que no hay prácticamente un sitio vedado al hombre, a partir de que el ser humano se ha encumbrado como el amo y señor del globo terráqueo. Sin embargo, este proceso no ha estado exento de suscitar grandes contradicciones, desde el momento en que entre más se ha extendido y fortalecido el capitalismo como sistema económico mundial, la miseria y el atraso han agobiado y sobreexplotado, como nunca antes en la historia, a los pueblos subdesarrollados. Es el caso de Latinoamérica, cuyos servicios educativos son insuficientes y obsoletos frente al poderío del sistema de dominación existente, hoy mejor conocido como neoliberalismo.

Etimológicamente hablando, educar significa conducir, dirigir. Sin embargo, cuando dentro de un contexto determinado, como es el actual, la educación deviene en un proceso por el que el individuo queda sujeto a los intereses de un determinado grupo social dominante e ideológicamente definido, la propia educación se convierte en el más eficaz medio de control social. Una prueba de ello la tenemos, por ejemplo, cuando la educación deja de ser vía idónea para la movilidad social y, en cambio, se convierte en agente de la dominación, truncando toda posibilidad de liberación a través de ella desde el momento en que se convierte en mecanismo proclive para perpetuar las diferencias estructurales. Así, un rasgo característico de los distintos sistemas educativos latinoamericanos ha sido su inoperancia ante la demanda creciente, al conjugarse deserción, retraso y fracaso escolar como los más graves problemas que enfrenta la educación en América Latina.

Por otra parte, de nada sirve que en países pobres, el Estado invierta grandes cantidades de recursos, siempre insuficientes, si el sistema educativo es desigual y no puede abatir los factores socioeconómicos que orillan al educando a abandonar sus estudios o a subemplearse al término de los mismos, ante la falta total de oportunidades para su desarrollo e inserción en el mercado laboral. De ahí la importancia de lo que Paulo Freire señalaba en su obra Pedagogía de los Oprimidos: alfabetizar, decía, “es sinónimo de concientizar, es la creación del cambio de la mentalidad oprimida a la mentalidad libre en la que el hombre se ubica en la naturaleza y en la sociedad, en la que desarrolla su capacidad crítica para analizar causas y consecuencias y para además tomar cursos de acción que la transformen”.

En la actualidad, México está inscrito dentro de ese mismo marco y tiene los mismos problemas, solo que agudizados, que presenta el resto del sistema educativo latinoamericano. Desde 1920 la educación fue pilar de los proyectos ideológicos del Estado y escenario de la lucha entre las tensiones sociales. La explosión demográfica detonada en los años 40 generará una fuerte presión que hará necesario para los 50 la masificación de la educación en el nivel básico. Sin embargo, el crecimiento del sistema educativo nacional no irá acorde con la democratización educativa ni mucho menos con el abatimiento del analfabetismo. Lejos de ello, la desigualdad de oportunidades se agudizará sin que las nuevas posibilidades de escolarización modifiquen las determinaciones de clase a las que está supeditado el acceso académico. La elevación en el número de profesionales titulados no conllevará mejora alguna en la calidad de vida. De nada servirá el incremento en las cifras de egresados si el mercado laboral y las oportunidades de desarrollo profesional no crecen a la par y, en cambio, se catapultan los índices del subempleo y de la emigración profesional al extranjero, desperdiciándose así no solo capital humano sino también la inversión social y estatal que se hizo para su formación.

Más aún, a casi un siglo de haber sido fundada la Secretaría de Educación Pública, la crisis por la que atraviesa el sector educativo es espeluznante, sobre todo luego de cincuenta años de alienación educativa. Tras el movimiento estudiantil del 68, el Estado temió una politización futura de dicho sector, olvidando que ninguna acción educativa que se precie de serlo puede dejar de ser política -de la misma forma que la verdadera política es pedagógica- y dejó morir al normalismo, abandonó y estigmatizó a los maestros, fomentó la lucha intersindical y permitió que la educación fuera secuestrada por intereses ajenos totalmente a su función social. Proceso que ha ido de la mano junto con el de la desnacionalización ideológica de nuestra sociedad y con la atroz pérdida de valores que hoy enfrentamos.

Nuestro reto hoy es luchar por aniquilar la alienación, es luchar porque la educación no sea más instrumento de la dominación cupular nacional y extranjera, es luchar por enseñar en la verdad. Un sueño, sí, pero solo las grandes transformaciones de la humanidad han comenzado siendo eso: un sueño antes de ser realidad.


bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli