/ domingo 15 de abril de 2018

Vecinos para siempre… de sentido común

No es que no se deba atender el delicado asunto de la actividad ilegal en la frontera entre Estados Unidos y México, pero sin duda es un exceso que el memorándum firmado por el presidente Trump para enviar tropas de la Guardia Nacional se justifique con el argumento de que "la seguridad de Estados Unidos está en peligro por un aumento drástico de la actividad ilegal en la frontera sur".

Junto con su obsesión de construir el muro para evitar mayor migración a su país (que en realidad tiene un trasfondo político-electorero), lo del envío de tropas es un elemento más que tiende a enturbiar la relación bilateral, que dificulta el entendimiento y erosiona la buena vecindad de la que siempre hemos hablado los mexicanos y han reiterado nuestros gobiernos siempre.

Tampoco es que ahora, con la presidencia de Trump, la relación bilateral se dificulte más. La historia nos enseña, y nos recuerda: allá por los años 50, John Foster Dulles, secretario de Estado de Eisenhover, pronunció la famosa frase que se convertiría en una especie de “ideario norteamericano” al menos durante las segunda mitad del siglo XX: “Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses”.

Y lo que hoy está haciendo el presidente Trump, aunque con frecuencia sean insultos, ofensas, amagos y confrontaciones que nos molestan e incomodan, es simplemente seguir al pie de la letra eso que nosotros llamamos “ideario norteamericano” para cumplir sus intereses. Esto tampoco quiere decir que nos convirtamos en espectadores y víctimas de esas ambiciones norteamericanas, con el agravante de la patanería de Trump.

No, si apelamos a la buena vecindad, al entendimiento civilizado, al respeto de los derechos civiles y humanos de quienes cruzan la frontera para uno y otro lado, es porque entendemos hoy las circunstancias diferentes que deben atenderse para conservar esa buena vecindad.

Es decir, hoy los intereses mexicanos y norteamericanos ya no se limitan a esa buena vecindad, sino al fluido y enorme intercambio comercial, de divisas, de comunicaciones, de productos de las más diversa índole, así como de personas que no van o vienen para llevar o traer drogas sino por negocios, por turismo, por motivos familiares.

A lo largo de la historia común hemos sido muy importantes para los norteamericanos. Sobre la espalda y el esfuerzo de millones de mexicanos, de generaciones enteras, se ha fundado la riqueza de muchos empresarios de aquel país. O sea, sin pretensiones fáciles, también contribuimos al engrandecimiento de los Estados Unidos de Norteamérica.

La historia no se puede cambiar.

Hoy, bajo nuevas circunstancias, en un mundo con fronteras prácticamente desdibujadas por las comunicaciones inmediatas, por la economía interrelacionada e interdependiente, lo único que se puede hacer ante actitudes groseras y desafiantes como las del presidente Trump es apelar al sentido común.

Sentido común para entender que esa frontera norte de México y esa frontera sur de Estados Unidos estará ahí por siempre y vendrán otros y otros, y hasta el final de los días seguiremos siendo vecinos. Más vale entonces, sentido común, una buena vecindad, de entendimiento, de respeto por nuestros valores e intereses nacionales.

Senador del PRI

No es que no se deba atender el delicado asunto de la actividad ilegal en la frontera entre Estados Unidos y México, pero sin duda es un exceso que el memorándum firmado por el presidente Trump para enviar tropas de la Guardia Nacional se justifique con el argumento de que "la seguridad de Estados Unidos está en peligro por un aumento drástico de la actividad ilegal en la frontera sur".

Junto con su obsesión de construir el muro para evitar mayor migración a su país (que en realidad tiene un trasfondo político-electorero), lo del envío de tropas es un elemento más que tiende a enturbiar la relación bilateral, que dificulta el entendimiento y erosiona la buena vecindad de la que siempre hemos hablado los mexicanos y han reiterado nuestros gobiernos siempre.

Tampoco es que ahora, con la presidencia de Trump, la relación bilateral se dificulte más. La historia nos enseña, y nos recuerda: allá por los años 50, John Foster Dulles, secretario de Estado de Eisenhover, pronunció la famosa frase que se convertiría en una especie de “ideario norteamericano” al menos durante las segunda mitad del siglo XX: “Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses”.

Y lo que hoy está haciendo el presidente Trump, aunque con frecuencia sean insultos, ofensas, amagos y confrontaciones que nos molestan e incomodan, es simplemente seguir al pie de la letra eso que nosotros llamamos “ideario norteamericano” para cumplir sus intereses. Esto tampoco quiere decir que nos convirtamos en espectadores y víctimas de esas ambiciones norteamericanas, con el agravante de la patanería de Trump.

No, si apelamos a la buena vecindad, al entendimiento civilizado, al respeto de los derechos civiles y humanos de quienes cruzan la frontera para uno y otro lado, es porque entendemos hoy las circunstancias diferentes que deben atenderse para conservar esa buena vecindad.

Es decir, hoy los intereses mexicanos y norteamericanos ya no se limitan a esa buena vecindad, sino al fluido y enorme intercambio comercial, de divisas, de comunicaciones, de productos de las más diversa índole, así como de personas que no van o vienen para llevar o traer drogas sino por negocios, por turismo, por motivos familiares.

A lo largo de la historia común hemos sido muy importantes para los norteamericanos. Sobre la espalda y el esfuerzo de millones de mexicanos, de generaciones enteras, se ha fundado la riqueza de muchos empresarios de aquel país. O sea, sin pretensiones fáciles, también contribuimos al engrandecimiento de los Estados Unidos de Norteamérica.

La historia no se puede cambiar.

Hoy, bajo nuevas circunstancias, en un mundo con fronteras prácticamente desdibujadas por las comunicaciones inmediatas, por la economía interrelacionada e interdependiente, lo único que se puede hacer ante actitudes groseras y desafiantes como las del presidente Trump es apelar al sentido común.

Sentido común para entender que esa frontera norte de México y esa frontera sur de Estados Unidos estará ahí por siempre y vendrán otros y otros, y hasta el final de los días seguiremos siendo vecinos. Más vale entonces, sentido común, una buena vecindad, de entendimiento, de respeto por nuestros valores e intereses nacionales.

Senador del PRI