/ sábado 4 de mayo de 2019

La moviola

La piel dura de Jonah Hill

En medio del empacho que significa el blockbuster Avengers: Endgame, en las que la gran mayoría de salas proyecta este filme, resulta refrescante y necesario que se puedan ver opciones de mayor calado emocional y artístico. Es el caso de En los 90 (Jonah Hill,2018).

Lo primero que llama la atención es que en su ópera prima en la dirección un actor especializado en comedias bobonas –con excepciones- entregue una obra sobria, pero a la vez poética sobre el proceso de madurez y la búsqueda de libertad en la que el protagonista - un adolescente de trece años- no tiene punto de retorno. Hill se pone intenso. Rebasa la convención complaciente y narrativa del producto de Hollywood.

Porque En los 90 a través de la historia de Stevie (Sunny Suljic), un chico de trece años que sufre bullying de parte de su hermano Ian (Lucas Hedges) y con padre ausente y una madre joven Dabney (Katherine Waterston) que está más preocupada por conseguir novio que por atender a sus hijos, encuentra refugio en una banda de patinetos púberes e inútiles todos.

La banda de patinetos, que molesta guardias de seguridad y se les va el día tomando y consumiendo droga, es liderada por Ray (Na-Kel Smith), quien toma afecto por Stevie, ante los celos de Rubén (Gio Galicia), hasta entonces el más chico del grupo compuesto además por Fourth grade (Ryder McLaughlin), quien graba con una cámara lo que sucede en su entorno y Fuckshit (Olan Prenatt), intoxicado todo el tiempo.

Los personajes de En los 90, tienen la piel dura, como los personajes del filme L'argent de poche de François Truffaut y sufren, se resbalan, sangran, pero se levantan como Antoine Doinel de Los 400 golpes porque en su aparente normalidad tiene un espíritu inquebrantable.

El filme es también una suerte de Paranoid Park (Gus Vant Sant,2007), con corte Griffith. Hill nunca es pretencioso.

En los 90, no es el relato idílico de la vida adolescente en los suburbios, es la pequeña ambigüedad moral de jóvenes que ven pasar la vida en un barrio de clase media baja. Es el dar el primer paso al proceso de madurez, en el caso de Stevie, quien miente para salvarse de un castigo. La separación del yugo amoroso materno para auto descubrirse como un ser con capacidad para la vileza.

Es el patetismo doloroso de Ian, repelente en un sentido, pero con varias capas afectivas. Y también la sobria poesía visual de Hill en la acera urbana de mitad de los noventa, que comparte recuerdos universales no vividos por el espectador. El fino trazo de la ficción reflexiva.

En sus procesos adolescentes los personajes no tienen marcha atrás. Hay escritores que escriben con el puño, otros con la cabeza. Hill en su debut cinematográfico, entrega un binomio honesto y perfecto.

Twitter: @lamoviola.